Labios rojos como una rosa, delgados como su tallo, suaves y húmedos como sus pétalos. Con esa ternura propia de ti, me abrazas, me abrazas y no me sueltas, me tocas. Me sientes. Te siento. ¡Es todo tan irreal! Cierro los ojos. Me besas. Esos labios rojos, delgados, suaves y húmedos me rozan por fin. Los movemos al compás de los latidos del corazón, de nuestros corazones, de nuestro corazón. Tu lengua pasa por fin el umbral de mi puerta. Se junta con la mía. Se unen, se separan, juegan, hacen revolotear en mi estómago aquellas mariposas que creía ya olvidadas, aquéllas que creía muertas, que creía podridas en el oscuro rincón de la soledad, de la ausencia de unos besos suaves, tiernos… de tus besos.
Abro los ojos. Tu también. Sonríes. Me abrazas y me besas el pelo. Yo te beso el cuello. ¡Oh, cruel tiempo, que provocas mi agonía deseando este momento! Cuando llega, no quiero que acabe.
“No quiero perderte”, me susurras al oído. ¿Acaso piensas que yo sí? Yo, que llevo esperando esto tanto tiempo… tanto tiempo suspirando por tus besos, tanto tiempo llorando en silencio, tanto tiempo soñando tu cuerpo, tus caricias… Por fin la vida se decide a premiarme.
El olor a ti me provoca un escalofrío. Vuelvo a cerrar los ojos, vuelvo a confiar en ti, vuelvo a caer en tus redes… vuelvo a sentir que te tengo aquí.
Los abro… de nuevo fue un sueño, de nuevo una pesadilla, de nuevo la locura que se hace con mi alegría. De nuevo la agonía de no verte, la presura de tenerte, el amor que aún más crece y sólo a ti pertenece.
No estoy loca.
Estos versos,
si se han de llamar así,
no surgen de la ignorancia,
no surgen de la apatía,
no surgen del frenesí.
Has de saber, vida mía,
que estos versos sólo surgen
de tanto pensar en ti.
Foto: «Aislamiento», por Caótica