La vida me ha pedido un cambio, dejar de ser yo empezando a ser tú. ¡Mas siendo tú continúo sin entenderte!: Mis días transcurren sin pensar en ti (mí).

No, no soy yo. Ahora soy mi sombra. Mi sombra es yo. Le regalo mi papel, mi rol en la sociedad, mi vida entera. Que sea ella quien la viva. Prefiero permanecer como ella, a la sombra de una imagen que es la real. Prefiero ser irreal, sí. O al menos encontrarme por detrás de ella. No mirar nunca a la luz a la cara. Aparecer tan sólo cuando el cuerpo se encuentra delante de la luz. Ahí estoy yo. Soy mi sombra. Oscura y difusa, soy yo.

Le regalo a mi sombra mis ilusiones. Quiero que sea yo. No quiero continuar mirando a la luz a los ojos. Es tan dañina, tan hipócrita, tan prometedora y farsante. Me promete la gloria sin dejar de sonreír.
Mas luego me veo sumida en la más profunda de las sombras. ¿Dónde está ahora la luz?, me pregunto. La luz se fugó, huyó de mí, de mis posibles réplicas. Pero no voy a hacerlo. Me encuentro tan herida que carezco de fuerzas para enfrentarme a ella. Pero no volveré a caer.

Por ello, hoy le regalo a mi sombra mi persona, y a cambio me sitúo en su lugar. Es más fácil vivir así: escondida, dormida, saliendo sólo cuando la luz se acerca, fiarse de ella pero nunca mirarla a los ojos. Y cuando ella desaparece, yo me escondo también. Sin sufrir, sin pensar, sin dolor.
Sí, está decidido. A partir de ahora, seré mi propia sombra. Ella será quien hable, ella será quien viva por mí. Yo, mientras tanto, dormiré tranquila, y soñaré con esos cielos imposibles de lograr, con esa luz verdadera inexistente, con dejar de tratar con la luz falsa y mentirosa, con llegar a los cielos de alegría e ilusión, sin recibir después dolor, angustia, amargura y desconsuelo.

Sombra, soy tuya. Sé yo de la mejor forma que puedas. Yo seré tú sin discutir ni dudar un sólo segundo. Viviré para siempre en esos cielos tranquilos y verdaderos… aunque sepa con certeza que no existen.

Foto: «Reflejo», por Caótica