Navegando a la deriva, sin un rumbo fijo; izando las velas de mi barco para navegar eternamente, perdida en el mar del recuerdo. Si encontrara un triste islote donde atracar, si encontrara alguien dispuesto a ayudarme, a apoyarme e invitarme a navegar en su barco por otras aguas que no fueran tuyas…

Pero ya basta, se acabó, no puedo más. No me dices ese adiós definitivo que quiero escuchar, pero tampoco me dices que me quieres, lo cual también me gustaría escuchar. No dices nada. Así que se acabó. Soy yo quien se va. No sé adónde ni con quién, pero me voy. Me voy para no regresar. Me voy para no recordarte. Me voy para olvidar. Me voy para siempre. ¿Lo has oído? Para siempre. Siempre. No quiero volver a verte. No quiero volver a saber de ti en mucho tiempo. Quiero que la vida me dé una oportunidad, quiero seguir adelante.

Y no son réplicas, cariño, lo que te estoy diciendo. Ni con tono de enojo lo digo. No. Qué va. ¿Para qué, si no me escuchas? Sólo quiero que lo sepas. Que sepas que eres tú lo que quizá más he amado en mi vida, pero no puede ser. Lo dijiste tú. Sí. Ahora lo digo yo. Ni aunque quisieras de repente venir a mi lado, ni aunque me sujetaras fuerte del brazo para que no me vaya… Hagas lo que hagas, me voy.

¿Adónde? Adonde me lleve el viento. Subiré en mi barco. Sí, ese barco que construí con esperanza, valor y mucho amor. Ese barco que tú me ayudaste a crear. «Para navegar siempre en nuestro mar» dijiste. Ahora me voy en él. Yo. Sólo yo. Sola. Me voy. Me voy para no volver. Me adentraré en mares imposibles, atracaré en islas desiertas y soñaré contigo tan solo un minuto en todo el día, sentiré la brisa marina que me acaricia las mejillas suavemente, provocando en mí el resurgimiento de la esperanza. Saldrá el sol a la mañana, cuando despierte en la isla, y subiré de nuevo a mi barco. Navegaré para siempre. Sola. Siempre sola. Y dejaré que tu recuerdo se hunda en el olvido, y seguiré adelante, dejando atrás todo cuanto fuimos.

Foto: «Barco», por Caótica