La melancolía y la nostalgia se han anclado en mi alma. Regresé al lugar. Tanto tiempo hacía que mis pies no pisaban el asfalto que aquella vez pisé contigo. Cada baldosa, cada local, cada pared, cada esquina… todo me recordaba a ti. Cerraba los ojos al caminar y recordaba. Tus caricias, tus besos, tus abrazos. Todo. Pero tú no estabas. No. Te habías esfumado. No te vi. Ni te sentí. Nada. Da igual. Supongo que da igual. Y si no lo da, lo dará.
Pero voy a olvidarlo. Créeme. Voy a olvidarlo todo. Ignoro si es de tu gusto o no, pero lo haré. Dime lo que quieras, no me afecta. Lo olvido. Conseguiré que la próxima vez que camine por esas aceras, entre en esos locales, no me acuerde de ti. Que una rosa me recuerde a tus labios, que en el negro de la noche se reflejen tus ojos… nada. Lo olvidaré.
Mas no es fácil, ¿sabes? Fuiste tú quien pobló mi alma de esperanzas. ¿Por qué no las destruyes con la misma rapidez con que nacieron? No. Eres un cobarde. No lo harás. Soy yo quien ha de salir de este agujero sola. Sí. La próxima vez que vaya allí, a la ciudad de la luz (de tu mirada), de la ternura (de tus manos), de la dulzura (de tus besos), no te recordaré. Serás un vano fantasma perdido en el pasado. No te veré. Y si te veo, haré como que no. No volveré a caer. Saldré. Te olvidaré. ¡Sí! Te olvidaré. Suena tan bien… Te olvidaré.
Foto: «Melancolía», por Caótica