Gritaré. Gritaré hasta más no poder. Gritaré hasta que mi garganta se desgarre. Hasta que mis cuerdas exploten. Hasta que mi corazón escape por la boca. Gritaré porque nada va bien. Porque esperanzas resurgen de las cenizas del infierno y regresan a él de un nuevo golpe. Porque las ilusiones mueren cual cruel juego de azar manejado por manos amigas. Porque de repente el mundo se vuelve contra mí y me abandona a mi suerte, deshaciendo promesas que se juraron con la magia de la amistad.
Gritaré. Desapareceré en un lugar donde nadie pueda encontrarme y gritaré. Sólo gritaré. Hasta que mi alma reviente. Hasta que la oscuridad y la soledad se conviertan en mis fieles compañeras, que nunca me abandonen. Gritaré hasta que la luz que me rodea desaparezca. ¡Es una farsa! Una auténtica mentira repleta de más mentiras.
Porque acabo de descubrir que no se puede confiar en nadie. Sí, es una tontería lo que me ha sucedido, pero me ha dolido. Porque dos meses antes se planea un tiempo fantástico con una excelente compañía y, poco a poco, esa compañía desaparece, la gente se raja, se retira del plan porque ha surgido uno mejor, abandonándome, aun sabiendo que ese plan es mi mayor sueño ahora mismo y que deseaba llevarlo a cabo con ellos. Pero ya está. Se acabó. Deberé hacerlo yo sola sin nadie más. Nadie más. Yo sola. Pero antes seguiré gritando. Gritaré. Hasta que mi garganta se desgarre. Hasta que mis cuerdas exploten. ¡Gritaré!
Foto: «Faces», por Caótica