Aún aquí sentada. Aún sigo aquí sentada. Mirando hacia el horizonte. Ese horizonte. En la vía del tren. Aquel tren del que me apeé y en el cual te dejé. Tú continuaste. Yo no. Yo bajé. Nos despedimos. Eran caminos diferentes. No te convenía. No me convenías. Y me bajé. Te di un beso. Y me bajé.
Aún no sé porqué. Fue tan dulce el viaje. Fue tan agradable estar a tu lado. Sólo unos segundos. Pero fue tan bonito. Pero me bajé. Me obligaste a bajar. No querías que siguiera tu camino. Dijiste que debía tomar otro tren. Otro cuyo destino fueran la sabiduría y el éxito. Tú no bajaste conmigo. Me abandonaste.
Y ahora sigo aquí. Sentada en la vía del tren, en el punto exacto donde me dejaste. Miro el interior de cada tren. ¡En alguno has de ir tú! Y me subiré. Me subiré en el mismo. Y te besaré. Y volveré a abrazarte. ¿Y tú? ¿Qué pasa contigo? ¿No volverás a pasar por aquí? Aquí sigo, has de saberlo. Esperando un tren. Esperando el tren correcto. Esperando tu tren.
Foto: «Nacho», por Las Heras