Madrid. 23 de septiembre. 15 horas y 58 minutos. Madrid. Madrid. Apoyada en el poyo de la ventana, observo. Los coches pasan. El tráfico no perdona. Plaza de España. Verde. Mucho verde. La boca del metro. La gente sube. Baja. Son personas. Y tienen vida. Quién sabe cómo serán sus vidas. Curioso pensamiento. Mi mente, ahora, colapsada. Por rayos de sol que penetran en mi cerebro. Y la deixis, y la semántica, y la retórica…
Al fondo, el Senado. Sí, uno de esos sitios donde se reúnen los que nos dirigen y deciden cosas que no cumplen. Sí, el Senado. Es bonito. Un poco raro. Y en la plaza, niños jugando. Personas leyendo revistas. Parejas abrazadas… ¡Oh, fibra sensible! Parejas. Amor. Se respira amor en este aire. Pero es amor lejano a mí. Un amor que pertenece a otra gente.
Al otro lado, callejones. Callejones entre los que me pierdo. Callejones entre los que te busco y no te encuentro. Y coches, muchos coches. Demasiados coches. Y autobuses. Una ciudad con ruido, sin duda. Pero yo encuentro el silencio. Es sencillo. Sólo hay que cerrar los ojos y sentir la brisa que acaricia la ventana. Sienta tan bien… Y los ruidos se transforman en dulces cantos de pajarillos, ausentes en realidad. Y se callan. Y hay silencio. Un silencio sepulcral.
La playa. Ahora veo la playa. Las olas juegan entre ellas y me invitan. Pero no debo acercarme. Si lo hago, volveré a la realidad. El ruido de los coches es ahora el movimiento de las olas. San Sebastián. Es la Concha. Me encanta. Y aparece tu mirada en el horizonte. Y tu sonrisa. Y tu figura. Sonrío. Te acercas. Me alejo. Y aparecen ellas. Todas aquellas personas que tanto añoro y echo de menos.
¡Pi! Un claxon. Abro los ojos. Sonrío. Logré evadirme de la gran ciudad. Aunque en realidad es esto lo que quiero. Y vuelvo a respirar la polución. Y regreso a la deixis, a la semántica, a la retórica…
Foto: «Madrid», por Las Heras