La línea entre el cielo y la tierra. La línea entre los sueños y la realidad. Ascendemos en cuestión de segundos a lo que nos gustaría que fuera. Pero una nube nos da un empujón y nos arroja a lo que realmente es. Y una línea de puntos negros nos destaca la diferencia. No sueñes con imposibles, pues la realidad es más dura. Atiende a lo que te llega sin desear lo que te gustaría que te llegara. La realidad es dura y no podrás cambiarla.

Y el destino está ya escrito por las líneas de puntos negros del fondo. Sólo nos queda llegar. Y si corremos, corremos, y llegamos. Llegamos al destino escrito y no podemos cambiarlo. Pero renegamos de él. Y lo intentamos borrar. Y formamos una mancha, un borrón de tinta corrida. Y escribimos encima. Pero no se ve. Y llega alguien tras nosotros y de nuevo corre la tinta. Y reescribe el destino. Y era el que había antes.

No se debe soñar si se sabe que es imposible. No soñemos con cambios, ni con amores. No soñemos con que se erradique el hambre de todo el mundo. No soñemos con que nos quiera esa persona tan especial. Porque todo eso no se cumplirá. El destino está escrito. Y no podemos cambiarlo. Y aquellos puntitos negros se extienden y ya no dejan espacio para escabullirnos. Los puntos se unen y forman una línea. Ya no tenemos espacio para ascender al cielo y soñar. Es una línea. Una férrea línea que nos impide soñar. Ya ni soñar es gratis. Pagamos un duro precio. La desilusión. La tristeza. Ya ni soñar es gratis.

Foto: «The passenger», por Las Heras