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Se acerca. El día se acerca, y sin embargo te siento cada vez más lejos. Más ausente, más lejano. Como si ya no quisieras verme. Como si no quisieras besarme. Tal vez no quieres. No lo sé. No lo veo. No soy capaz de verlo. Estás tan lejos… tan lejos… Cada vez que miro al cielo todas las estrellas se parecen a ti, pero me miran. Ellas me miran. Tú no. A ellas las veo cada noche. A ti no. No eres una estrella. Ellas brillan, relucen gritando que quieren vivir, se aferran a la vida, a esa vida que yo no tengo, y que nunca tendré. Una vida brillante, luminosa en medio de la noche oscura.

Mis ojos te buscan en cada esquina, pero no eres tú. Tú ya no estás. Y mi vida ahora está agitada, pero sigo pensando en ti, aunque sea un mísero minuto en todo el día. Por las noches acudes a mis sueños y me susurras que no pasa nada, que todo saldrá bien y que pronto nos veremos, que pronto estaremos juntos. Yo sé que no es verdad. Que nunca estaremos juntos. No como yo quisiera. Y me besas la mejilla, y me abrazas. Y me duermo.

Y los rayos de sol de la mañana me despiertan. Frunzo el ceño y abro los ojos. No estás. Como siempre. No estás, y nunca estarás. Me resigno a ello, pero me duele. Y te vuelvo a recordar. Aquella vez. Imagino la próxima vez, cada vez más cercana. Pero tú tan lejano… tan lejano…

Foto: «Back», por Caótica