La felicidad no existe. Es sólo una ilusión. Es sólo lo que un corazón quiere ver, lo que quiere sentir tras haber sentido en el estómago un ligero vuelo de mariposas. Es lo que quiere sentir tras haber oído de una boca amiga una promesa… una promesa inquebrantable…
Y, sin embargo, todo se rompe. Las mariposas se vuelven cucarachas, y la promesa se desvanece en el aire. Aún con dos temas diferentes, el corazón tiembla: en un caso por amor; en el otro, por una amistad profunda.
Nada tiene sentido cuando ambas cosas fracasan… nada.
El cielo se oscurece, la música desafina, las nubes se tornan grises, los árboles forman ramas asesinas, el río de repente puede desbordarse y arrasar con todo… Puede ocurrir esto, pero a ese corazón le dará igual. Ha perdido un posible amor (una antigua amistad, por una tontería), y ha perdido también un amigo.
¿Qué hacer con un corazón solitario, perdido, roto?
No hay remedio, sólo arrancarlo del pecho y enterrarlo en un cofre, cerrado con una llave que después se lanzará al mar, a lo más profundo del océano, para que nadie pueda abrirlo ni, por consiguiente, rayarlo, herirlo aún más…
Foto: «Blue», por Las Heras
PD: Un texto del día 01/12/07