Este airecillo tan suave que entra por mi ventana, me envuelve, me acaricia… Pero es muy cálido. Y hace calor. Mucho calor. Demasiado calor. Un día de verano en toda su plenitud. Pero yo debo estudiar. Aunque siempre encuentro un hueco para escribir lo que siento. Me duele la cabeza. Estoy cansada. Tengo sueño. Muchas cosas que hacer y tanto tiempo libre. ¿Por qué no aprovecharlo? Porque no. Sometida a la voluntad de mi rutina y mi deber. Acaparada por el tiempo, que tan rápido se va, fugaz como el viento, como la luz. Cada segundo que pasa, tan largo y ¡qué rápido se va! Este… este… mira, este segundo futuro, que roza el presente y ¡ya es pasado! Increíble. Tan rápido pasa el tiempo, tan veloz la vida ante mis ojos… Pero a la vez, ¡tan eterno parece desde que te veo hasta que te vuelvo a ver!
Oprimida por el destino. ¿Existe? No sé. ¿Creo? No sé. No. Sí. Tal vez. ¿Por qué? No sé. Es todo muy gris y el destino aún me azota más. Sigo esperando una llamada que no llegará, unos besos que se perdieron en el tiempo y unas palabras que se desvanecieron en el aire. Atizando aquella pasión que, simplemente, ¡se olvidó! ¿Por qué? No lo sé. Tantas respuestas ocultas tras tu mirada, tras tu sonrisa, tras…
Abofeteada por la luz, que me ciega. ¡Quiero oscuridad! Que nadie me mire, que nadie me reconozca… Quiero ser libre, libre. Libertad, ¡tan complejo concepto! Tan sumamente abstracto que es imposible creer en él. ¿Libertad? ¡Ja! ¿De acción? ¡Ja! ¿De recuerdos? ¡Ja! ¿DE AMOR? ¡¡¡JA!!!
Foto: «Cuando fuimos los mejores», por Bumeran