Lunas de diamantes apalean las montañas. Vuelan por los aires pajarillos con escarcha. No tengo miedo a lo que ha de venir. No temo los rencores de quien me hace sentir. Pero me acongoja pensar que cada vez queda menos, que todo está ya más cerca, que el sentido de mi vida retomará su camino, después de… No tengo miedo. Ni pena. Ni dolor. Ni conciencia…
¿Miedo? No. Miedo de ver, de escuchar y de sentir. Miedo por perderme una vez más sin razonar ni una cosa. Miedo de caricias deseadas, pero dañinas. Miedo por saber que el fin está muy cerca, de hecho creo que pasó. Miedo… Miedo por querer ilusionarme sabiendo que no es verdad. Miedo. Y pena. Y dolor. Y conciencia…
Lucho contra el viento para atravesar la esquina. Para cambiar de calle. Para alejarme. Para perderme. Lucho contra el destino para que me deje ir. No quiero que él dirija mi vida. No quiero que diga lo que tengo que pasar. No quiero.
Quiero guiarme por mis instintos, sea o no lo correcto aquello que decida. Da igual. ¿Qué más da? Sólo me afecta a mí. Seré yo quien sufra las consecuencias. No quiero que nadie me diga lo que tengo que hacer. No quiero. No quiero… Tengo miedo. Y pena. Y dolor. Y conciencia…
Foto: «Creemos», por Bumeran