Noche que me acechas, esperando impaciente mi caída, mis lágrimas. No. Hoy no. Puedes marcharte, pierdes el tiempo. Ve a remorder la conciencia a quien deba arrepentirse. Yo no lo hago. Voz de mi conciencia, que me repite una y otra vez las mismas frases, sin descanso. Luz de mi imaginación, que me trae los recuerdos con las flores embellecedoras que deja el tiempo. Y en realidad no fue así. Todo es en realidad peor de como lo recordamos con el paso del tiempo.

Esta noche no vengáis a mí, demonios del pasado, porque no me encontraréis. Me fugué con la Fortaleza y abandoné a la Rabia en un rincón, con los ojos vendados para que no sepa el camino. Ahora recuerdo momentos que tantas veces deseé revivir, y ya no. Sigo intentando luchar contra esas orugas que hace tiempo se colaron en mi estómago, y que parecen salir de su crisálida cada vez que te recuerdo. Pero empiezan a agonizar. Ya no son tan fuertes. Ni tan pesadas. Y me alegro. Aunque puede ser que solo me haya acostumbrado a tu ausencia.