Y te regañas, y te insistes en que esto no es para ti, en que debes resistir. Pero pesa sobre ti como una losa y te va quitando cada vez más fuerzas. «No es esto lo que yo quería, no es esto a lo que yo aspiraba, yo tenía unos sueños…», te repites una y otra vez.
Y aquí estás, perdida donde la energía te debilita, donde poco a poco te resignas a un destino que no tiene por qué ser el tuyo. Y te resignas. Y piensas en los sueños que tenías, y te dan pereza. Esa es la palabra: pereza. Y te da pena. Y te quieres levantar y seguir luchando. Y no puedes. Y la vida pasa frente a tus ojos sin saludarte. Y tu energía se va, y no sabes qué hacer. Y te pierdes un sábado más en el rincón de algún bar para olvidar lo que una vez soñaste con lograr.