Cerrar los ojos y no ver nada. El vacío. El abismo. Ahora lo entiendo. Ahora te entiendo.
No ver salidas. Sólo entradas a un mundo monótono y gris. Y sonreír, porque a la vida hay que sonreírle pase lo que pase.

Y optimismo, y avanzar pensando en mejorar. Siempre en mejorar. Pero vacío.
Las luces de un bar me anestesian y me llevan a otra dimensión. Y vuelvo a tener sueños. Y te vuelvo a ver. Pero el reloj marca las cuatro y no hay nada más. Sólo la realidad. Y vacío.

Aplastando la araña del conformismo y la resignación. No quiero. Me pregunto dónde están mis sueños. Pero la sociedad aplasta a la vez mi araña de la ilusión. Me dice que la vida es así, que no debería quejarme, que estoy muy bien, que ya quisieran muchas personas vivir como yo, que soy una privilegiada. Sí. Sí. Pero yo me pregunto: ¿eso es la vida?

Y, una vez más, un inmenso vacío.