El pasado 27 de julio el diario británico The Independent sacó a la luz el manual secreto de propaganda de Israel, del año 2009, aunque en realidad lleva en la red desde su creación en 2009, cuando Newsweek Online lo filtró, pero pasó casi inadvertido. En un momento en que Israel ha perdido casi toda su credibilidad ante la opinión pública mundial, es importante para cualquier ciudadano conocer cuáles son las consignas que el Gobierno de Israel ha marcado en su propaganda mediática: qué se puede decir, qué no, a qué se debe contestar y a qué no, a qué argumentos recurrir, etc.
Con cerca de 1.900 palestinos muertos y unos 10.000 heridos, las tropas israelíes se retiran de Gaza con motivo de la tregua de 72 horas decretada y la única que parecen estar cumpliendo por el momento. A nivel mundial, la credibilidad de Israel está por los suelos desde hace ya unos años, especialmente por la contradicción de sus palabras –dicen querer la paz– con sus hechos.
En el año 2009, el encuestador y estratega republicano Frank Luntz elaboró para un grupo llamado The Israel Project este Diccionario Global del Lenguaje, dirigido a aquellas personas «situadas en primera línea de combate en la guerra mediática a favor de Israel». El objetivo de este informe es asesorar sobre la manera de dirigirse al público de izquierdas de todo el mundo, pero se centra especialmente en Estados Unidos. Para ello, como se verá en este análisis, se explican las visiones que la izquierda tiene del mundo y cómo centrarse en ellas para conseguir apoyos. También hay que destacar que existen capítulos concretos dedicados al tratamiento de Irán, los asentamientos, Jerusalén, la ONU –a la que se acusa de ser anti-israelí, a pesar de no haber recibido ningún tipo de sanción en los 66 años de la existencia de Israel–, la izquierda norteamericana, la ayuda militar y los préstamos desde Estados Unidos e incluso los estudiantes universitarios. Además, el informe pone tanto a Barack Obama como a Benjamin Netanyahu como ejemplos a seguir en cuanto a carisma y lenguaje se refiere. Por último, es interesante remarcar que en la parte inferior de cada una de las páginas se puede leer “Propiedad de The Israel Project. No distribuir ni publicar”, y es fácil comprender por qué.
El manual tiene 112 páginas y su lectura debería ser obligada para los periodistas, ya que su objetivo principal es tratar a la opinión pública, pero también a los medios; así como para cualquier ciudadano interesado en la política israelí y sobre todo en su propaganda. Además, este informe demuestra la doble cara que deben tener los políticos israelíes y también los estadounidenses, pensando una cosa y diciendo otra completamente distinta en público.
Ante todo, empatía y paz
Si hay dos palabras que pueden resumir de forma general el manual, ésas son empatía y paz. Tanto Frank Luntz como Israel saben perfectamente que quien más dé la impresión de querer la paz, más público ganará, y esta premisa se repite varias veces en el texto. Así es que el hablante debe demostrar continuamente que Israel quiere la paz. Pero, ¿cuál es el obstáculo? El terrorismo, por supuesto. El grupo Hamas, “respaldado por Irán” –Hamas e Irán son palabras que van juntas a lo largo de todo el manual– no quiere la paz, y mientras Israel se ha “sacrificado” a lo largo de los años iniciando distintos procesos de paz, Hamas los ha rechazado todos.
Además, en los colegios palestinos se enseña la “Cultura del Odio”, a odiar a los judíos; mientras que en los colegios israelíes el tema central es la paz, a pesar de los muchos cohetes que reciben con el fin de asesinar a civiles. Por lo tanto, toda la culpa es de Hamas, por obligar a Israel a defenderse y por escoger el terrorismo y gastar el dinero en armas en lugar de proveer a los ciudadanos de Gaza de todo lo necesario –como si no existiera un bloqueo–. Por lo tanto, es importante criticar a Hamas por todo esto con eslóganes como: “Comprar libros, no bombas. Invertir en trabajos, no en la yihad. Invertir en comida, no en terror.” Claro, esta es la razón por la que Israel nunca bombardea escuelas, lugares de trabajo ni supermercados, ¿verdad, señor Luntz?
Otra clave es la empatía. Luntz hace hincapié constantemente en la necesidad de distinguir entre el pueblo palestino y sus líderes, ya que la opinión pública norteamericana hace esta distinción y no va a tolerar que se meta a todos en el mismo saco. Asimismo, se deben rechazar las masacres a inocentes, aunque se hagan para defender a Israel, pues el público no apoya la matanza de niños. Además, se debe mostrar empatía por las madres palestinas: “Quiero dirigirme especialmente a las madres palestinas que han perdido a sus hijos. Ningún progenitor debería tener que enterrar a su hijo”.
Por otra parte, los líderes israelíes deben reconocer públicamente los errores que ha cometido Israel, no sólo los de Palestina. Saben perfectamente que el argumento de Israel es bueno y Palestina mala ya no funciona. De la misma manera que el victimismo de Israel se ha agotado, a pesar de que se repite constantemente en el manual la importancia de recordar el pasado y los cientos de años que los judíos han sido perseguidos, e incluso, en el capítulo dedicado a los universitarios, se lee claramente que es un público joven que ni siquiera tiene en cuenta el Holocausto o no lo conoce.
Las fronteras de 1967, los asentamientos y el derecho al retorno
Respecto a ese pasado, existen varios capítulos que engloban aspectos del mismo, temas espinosos para Israel como son los asentamientos, los checkpoints o el Muro de Cisjordania. Todo ello se justifica aludiendo al derecho a la seguridad de Israel y se asegura que, desde el levantamiento del Muro o el bloqueo de Gaza, ningún terrorista ha conseguido entrar en Israel, a pesar de los cohetes lanzados desde Gaza. Respecto a los asentamientos, la mejor manera de defenderlos es con la idea de que nadie tenga que irse de la tierra del otro: “Si queremos tener una paz real, los israelíes y los palestinos tendrán que vivir juntos. La idea de que en un lugar donde vivan palestinos no pueda haber judíos es una idea racista”. Se debe asegurar, además, que los árabes de Israel tienen plenos derechos y no deben ser expulsados. Además, según el argumento, los asentamientos son necesarios para la seguridad de Israel: no se han colocado arbitrariamente, sino en lugares estratégicos. Se debe evitar a toda costa recurrir al argumento religioso, ya que tanto los públicos no judíos como los judíos verán en ello una justificación a través de pasajes bíblicos, y no lo aprobarán.
Otra de las cuestiones importantes del conflicto son las fronteras. Israel, por una parte, asegura que tiene derecho a unas fronteras defendibles, como cualquier Estado, y esa idea la apoya el público estadounidense. Pero, por otra, y como se deja patente en el manual, “a Israel no le conviene definir exactamente esas fronteras”, porque el debate inevitable son las
fronteras de 1967, y a Israel no le conviene hablar de la Guerra de los Seis Días. ¿Por qué? Porque fue entonces cuando ocupó la mayor parte de su territorio: tras la guerra, se hizo con la Franja de Gaza; la Península del Sinaí, de Egipto; Cisjordania, incluyendo Jerusalén Este (que pertenecía a Jordania); y los Altos del Golán de Siria, que le ha llevado a mantener una mala relación con este país. Y, respecto a este tema, el público apoya la idea de que, para avanzar hacia la paz, Israel debería volver a las fronteras que tenía antes de la guerra y devolver toda la tierra ocupada posteriormente. Sin embargo, “las palabras importan”, como dice Luntz, todo depende de cómo se haga la pregunta y, una vez más, el terrorismo ayuda: si se pregunta si Israel debería devolver toda la tierra conquistada en 1967 independientemente de la seguridad, un 58% de los encuestados está totalmente de acuerdo y otro 20%, de acuerdo. Sin embargo, si se plantea si Israel debe conservar los territorios que rodean su aeropuerto para que los terroristas no puedan lanzar cohetes, el 52% está totalmente de acuerdo y el 19% de acuerdo.
Por otra parte, el derecho al retorno es otra de las cuestiones que más se apoyan internacionalmente, incluso en Estados Unidos. Para tratar este tema, el informe recuerda la obsesión que tienen los estadounidenses con la inmigración masiva, especialmente tras el 11-S. Así que recomienda tratar el tema del retorno como un problema de inmigración masiva que conllevaría inevitablemente “el derecho de confiscación sobre la propiedad privada de los israelíes”. Además, hay que destacar que no es una política práctica y es muy difícil llevarla a cabo, así como que “no se debe volver atrás, sino mirar hacia el futuro”.
Ante la pregunta sobre si es hipocresía reconocer que los judíos del mundo tengan derecho a volver a Israel aunque no hayan vivido allí en miles de años, y sin embargo los palestinos que vivieron en Tel Aviv o sus descendientes no tengan derecho a regresar; hay que responder con el argumento de la persecución de los judíos durante siglos sólo por su identidad, así como las atrocidades perpetradas contra ellos durante el nazismo porque no tenían adonde ir. El Estado de Israel se creó precisamente para refugiar a todos esos judíos. Según Luntz, “eso es muy diferente a lo que quieren los palestinos, diciendo: ‘Queremos tener nuestro propio estado, pero también queremos tener tierra dentro del vuestro’”.
Los norteamericanos, asegura, no van a estar de acuerdo en retroceder en el tiempo y devolver tierras de hace muchos años, al igual que no creen que Estados Unidos debería devolver sus tierras a los indios americanos.
La solución de dos Estados
Respecto a la tan extendida solución de la creación de dos Estados en los que puedan vivir en paz tanto israelíes como palestinos, el informe deja claro, una vez más, que al Gobierno israelí no le conviene, porque, entre otras cosas, debe pasar por el debate de las fronteras de 1967. Sin embargo, ante la opinión pública es importante que se muestre favorable, así que la mejor manera de hacerlo es aceptar que es posible, pero que debe decidirse en un contexto de paz. ¿Y cuándo se llega a la paz? “Cuando Hamas abandone el lanzamiento de cohetes y su intención de asesinar israelíes”.
Según encuestas de Frank Luntz, el 78% de los estadounidenses apoya la solución de dos estados, y también es la más apoyada en Europa. Así que la retórica es importante: dar a entender que se defiende el fin último de los palestinos, referido al autogobierno, mientras se cuestiona el tiempo necesario para lograrlo. Una vez más, se debe apoyar la idea pero dejando claro que es un proceso lento que requiere un contexto de paz. Asimismo, debe evitarse también el argumento religioso, ya que hace parecer a Israel extremista. De nuevo, hay que abogar por el “desarrollo político y económico” de los palestinos para que tengan unas instituciones eficaces y se pueda crear así el Estado; pero, a la vez, culpar tanto a la Autoridad Nacional Palestina como al resto de países árabes por su incapacidad de invertir en Cisjordania.
Paralelismos con EE.UU.
Una de las claves más importantes para conseguir llegar al público norteamericano es establecer paralelismos con Estados Unidos, para así generar cercanía. Los hablantes, ya sean israelíes o norteamericanos, deben hablar de los valores comunes que comparten, utilizando y repitiendo el mismo lenguaje que Estados Unidos: democracia, libertad, seguridad, paz, etc. Pero, sobre todas las cosas, si hay algo que una a los dos países, es la lucha contra el terrorismo, y se debe apelar al efectivo argumento de ¿qué haría Estados Unidos?
El 11 de septiembre, diecinueve terroristas suicidas secuestraron aviones estadounidenses y mataron a nuestros ciudadanos. Ahora, cuando vamos al aeropuerto, nos examinan y nos registran exhaustivamente. Tras de un intento de “zapato bomba”, también tenemos que descalzarnos. Esto nos hace perder tiempo, es caro e invade nuestra privacidad. Pero imaginen, ¿qué haríamos si más de 250 veces los terroristas hubieran cruzado a nuestro país y hubieran asesinado a nuestros niños mientras iban en autobús o comían pizza? ¿Qué haría Estados Unidos? ¿Qué haría Estados Unidos si sus vecinos de Canadá o México lanzaran cohetes dentro del país?
Frank Luntz también considera que es efectivo apelar al “estamos juntos en esto”, involucrar a Estados Unidos en los problemas que sufre Israel en Oriente Medio porque “Israel es el mejor aliado de Estados Unidos, y todo lo que le suceda a Israel afectará irremediablemente a Estados Unidos”. En el contexto actual de crisis económica, todos estos argumentos también deben ser utilizados para conseguir que el pueblo norteamericano siga apoyando el gasto de parte de sus impuestos en la ayuda militar que Estados Unidos proporciona a Israel, así como los préstamos crediticios.
No podía finalizar el análisis sin destacar un fragmento del manual incluido dentro del capítulo sobre la manera de dirigirse a la izquierda norteamericana y referido a lo que Israel denomina defensa propia y si es justificable la matanza de inocentes. Una vez más, las preguntas retóricas adquieren casi todo el protagonismo en un texto de tan elevado nivel de demagogia.
Les pregunto a ustedes qué argumento puede defender el ataque deliberado contra adolescentes en un restaurante italiano de comida rápida, una discoteca, una boda, un hotel o un café al aire libre. ¿Qué justificación hay para matar a mujeres y niños en los lugares donde viven y juegan? Existe una diferencia moral inmensa entre los actos de terror deliberados y aleatorios contra mujeres y niños y los esfuerzos de Israel para prevenir esta violencia.
¿Es legítimo que Israel ataque a un terrorista incluso si inocentes que se encuentran a su alrededor pueden resultar heridos? Contra un hombre que ha admitido haber cometido múltiples actos de brutalidad viciosa y muerte y ha dicho públicamente que está planeando más actos de terror; la respuesta es sí.
No existe equivalencia moral entre los terroristas suicidas que a sabiendas eligen como blanco a mujeres y niños inocentes y las fuerzas israelíes que atacan específicamente a los terroristas. El objetivo de Israel es minimizar las víctimas. El objetivo de los terroristas es maximizar las víctimas. Y esa es la diferencia.
NOTA: Puedes leer o descargar el manual en PDF desde aquí.
Artículo original en El Nuevo Fígaro el 06/08/2014.