Germán Torres (Barcelona) es uno de esos actores de los que uno o una conoce la cara pero no suele quedarse con el nombre. El motivo principal puede ser que sus apariciones en televisión han sido sobre todo en papeles secundarios, destacando de forma sorprendente en el teatro. Ganó el Premio Unión de Actores 2013 a “Mejor actor secundario de teatro” por su papel de Carlos Leyva en Iván-Off. En esta entrevista nos presenta su nueva obra de teatro, escrita por Toni Conesa y dirigida por Rosario R. Rodgers, La Espuela de Rocinante, que se estrena el 1 de noviembre en la sala de teatro El umbral de primavera, en Lavapiés.
El Nuevo Fígaro: La Espuela de Rocinante, que se estrena el 1 de noviembre, está definida como un “monólogo traquijotesco”. Nos evoca sin duda al héroe cervantino, pero ¿qué significa?
Germán Torres: Hemos fusionado dos conceptos: ‘quijotesco’, que se supone que es una empresa llevada a mal fin, porque el Quijote intenta salir a defender la justicia y siempre acaba completamente perdido. Y hemos cogido también el concepto de ‘tragicómico’. Con esa fusión ha quedado el concepto que sería esta obra. Se podría resumir como un espectáculo de alguien que habla desde la tragedia con comedia y con una finalidad quijotesca.
ENF: La idea original de la obra partió de ti. ¿Por qué el Quijote?
G.T.: Había algo que yo siempre veía en el Quijote, un señor de 50 años a quien, de mucho leer, se le secó el cerebro. A mí había algo que no me acababa de cuadrar. Vale que Cervantes lo escribe como una ficción, pero indagando un poco en lo que le pasaba al propio autor –porque escribe el Quijote sin éxito en el momento, y acaba en la mayor pobreza del mundo, enterrado en el convento de las Trinitarias y en el más puro olvido–. Creo que hay algo de Alonso Quijano que era también parte de Cervantes, que era parte de una esencia española… Cuando hablo de España no hablo desde el punto de vista nacionalista; hablo de un concepto, de una época, que todavía estamos arrastrando, y nos falta un poco la identidad. En el Quijote sí que hay una identidad, es un personaje que lucha contra la injusticia universal, es el primer personaje que habla de los derechos humanos. Yo defino al Quijote como una road movie de la tercera edad, porque es un señor de 60 años que sale a hacer justicia. Entonces, como no me quedaba claro cómo este señor se vuelve loco, hay un poco de fusión entre Cervantes y Alonso Quijano. Yo creo que Cervantes también tiene mucho desencanto de esa época: va a luchar a Lepanto, lucha con todas sus fuerzas, vuelve, lo tienen preso cinco años, acaba trabajando de recaudador, y hay como una pena en Cervantes. Pero aun así, estando preso escribe el Quijote. Él tenía una gran humanidad. Me parece que fue Pedro Salinas quien decía que en el Quijote cabemos todos.
Entonces, a partir de ahí, de esa idea y de esa historia, yo le propongo mi idea a Toni Conesa, el dramaturgo, a ver qué se puede hacer. Y después de dos años encontré en mi buzón el texto. Toni se tuvo que leer el Quijote, meterse en la esencia. Y curiosamente ha salido algo muy paralelo entre la época de Cervantes y la época que vivimos ahora.
ENF: ¿Cómo se trae al Quijote al momento actual?
G.T.: Diría que esta obra está pensada para la gente que ha tirado la toalla. La gente que va viendo todos los días la corrupción, etc., y hay un momento en que uno pierde las ganas de todo y se pregunta ¿para qué voy a salir a luchar al mundo si el mundo está contra mí? Nosotros no somos la voz real de Alonso Quijano, pero lo hemos transportado a esta época. Es un escritor que lo ha abandonado todo, está en plena decadencia. Podría ser un reportero de guerra, alguien que está viendo continuamente conflictos, la realidad del mundo, y que ya ha tirado la toalla. Y es a través del libro del Quijote que él vuelve a enfocarse en la vida. Es un libro que habla de sabiduría humana, de donde está toda la condición humana. Yo considero que la Biblia es el libro de la religión y el Quijote es el libro del ser humano, del hombre en la tierra. Cervantes no juzga si lo que hace el Quijote es bueno o malo. Y por eso se empatiza con él, porque hace cosas buenas y malas. Hay momentos de delirio puro en que se lía a mandoble con la gente. Es un hombre peligroso también. Pero no es juzgado y creo que eso es lo que le hace humano.
ENF: El escritor al que interpretas tiene que enfrentarse a sus fantasmas y demonios y lo hace a través del alcohol y de Alonso Quijano. ¿Al Quijote se le podría llamar héroe o tendría más de antihéroe?
G.T.: El Quijote no es un héroe, porque imagínate estar en los campos de La Mancha y ver de repente que viene alguien con un caballo y una armadura de dos siglos atrás. Lo primero que piensas es “menudo loco”, ¿no? Pero, ¿quién en su sano juicio saldría a defender el mundo? Es un antihéroe que se acaba convirtiendo en un ideal, porque se aferra a la pureza de los ideales de los libros de caballería, que son para él como la Edad de oro, la época perfecta, donde todo se respetaba, donde los caballeros luchaban por la justicia. Y él apela un poco a la esencia a la que todos tendríamos que aspirar, yo creo que la excelencia, de decir: “Vamos a convivir todos en un espacio, tranquilos…”. Por ejemplo, mi texto, el texto de Toni, dice: “En una época donde no se comían dos bellotas sin cerciorarse de que el otro había comido al menos una”. Es una época de compartir, una época idílica en la que él cree firmemente. En su delirio, no quiere ver su época, porque era la de la picaresca, los reyes gastaban fortunas en guerras, había también una especie de corrupción. Y él es un antihéroe que acaba defendiendo los más nobles ideales.
ENF: “La libertad no es una herencia, sino una conquista”. Probablemente una de las citas más importantes y reflexivas, que ya se pudo escuchar en el primer teaser de la obra. ¿Por qué esa frase? ¿Se puede extrapolar fuera de la obra?
G.T.: ¿Sabes lo que me ha pasado con el texto de Toni? Conforme ha ido pasando el tiempo, esas frases se han ido metiendo en mi piel, y esas reflexiones son reflexiones que todos pensamos pero no sabríamos definirlas o expresarlas. Y ahí está la grandeza de los autores, en que ellos saben plasmar un pensamiento, una forma de expresión interna que no sabríamos describir con palabras. Pasa por ejemplo con Pessoa, que llega a unas profundidades del alma que yo, aun sabiendo que he vivido eso, no sabría expresar. “La libertad no es una herencia, sino una conquista” es algo que nos toca desde que salimos de nuestra casa, somos jóvenes y nos enfrentamos al mundo. Esta vida ya vemos cómo va: hay unos poderosos que están ahí arriba y la libertad que consigue Alonso Quijano la consigue él solo enfrentándose a sus propios fantasmas. Y lo que hace es vencerlos y salir al mundo. Y eso para mí es un acto muy valiente. Asumir que a partir de ahí la libertad le va a dar palos, le va a dar golpes… pero bueno, son sus golpes, son sus palos y es lo que le va a hacer sentir libre. Yo siempre tengo una imagen en la cabeza que me gusta mucho pensar: esa mañana de julio, cuando Alonso Quijano se sube por primera vez a Rocinante, abre las puertas del establo y sale a cabalgar. Yo creo que esa sensación es lo más parecido que puede haber a la libertad. ¡Rocinante también sale de su establo! Salen los dos y esa imagen debe de ser maravillosa. Es muy simbólica: por ejemplo, cuando uno es joven y se va a estudiar a otro sitio y coge las riendas de su vida, y dice: “Yo quiero hacer esto”. El otro día estuve con una persona que había trabajado durante toda su vida en banca y de repente decide ser profesor de yoga. Es cambiar toda su seguridad por algo que desea. Eso para mí es la libertad.
ENF: De hecho, hay un vídeo de una chica de veintitantos que habla de los problemas de los jóvenes. Dice que nos presionan para que creamos que a esa edad ya debemos saber lo que queremos. Ella dice que no es así, pero nos encontramos perdidos porque siempre nos hemos guiado por calendarios ajenos, y ahora de repente tenemos que organizarnos nosotros solos, sin horarios, decidir qué queremos hacer, qué no… Y es probablemente eso lo que da miedo, pero ¿también puede darte la libertad?
G.T.: Evidentemente, nos gusta la seguridad. Pero también es verdad que nos han educado así. Tenemos un colchón de seguridad o de confort que no nos ayuda a evolucionar. Tenemos lo justo para no quejarnos y nos falta mirar afuera. Estamos en un país ahora mismo en bancarrota y decadencia, pero por eso yo quiero coger esa esencia del Quijote y decir a la gente: “Ey, ey, no nos podemos caer, porque si no apaga y vámonos”. Siempre tiene que haber un loco que diga “no, yo voy a hacer esto” y a lo mejor el primero no sirve de ejemplo, pero tal vez el segundo o el tercero ya nos contagien a todos.
ENF: A nivel técnico no es mucho lo que necesita la obra para su representación, lo que la hace perfecta para representar en casi cualquier lugar. ¿Es tal vez una manera de aumentar el acceso de todo el mundo a la cultura, sobre todo después del hachazo del IVA cultural hace ya dos años?
G.T.: Creo que tenemos que tender a contar las historias y llegar al máximo de público. Es cierto que hasta ahora hemos vivido en teatros con unas condiciones concretas, pero cada vez es más difícil y es más complicado llenar un teatro. Eso se está convirtiendo en una empresa quijotesca. Rosario Ruiz fue quien pensó en los espacios para representar e ideó una obra versátil: que se pudiera representar perfectamente por ejemplo en la Casa Museo de Cervantes, que tiene un patio fantástico; en espacios que tengan también un poco de esencia. Todo ocurre en la habitación del supuesto escritor Alonso Quijano. Mientras el lugar tenga atmósfera y algo que se pueda contar, creo que es posible representarla. El espacio tiene que tener un mínimo de magia. No puede ser cualquier espacio con un fondo… Creo que eso sí sacaría a la obra del contexto. Pero está pensada para poder representarse en cualquier espacio, como una plaza pública. Hay que llegar al público y hay que contar historias.
ENF: Probablemente eres un actor del que la gente recuerda la cara, porque has estado en muchas series y películas, pero la gente no recuerda el nombre. Te hemos visto en Amar es para siempre, El síndrome de Ulises, Lalola, Sin tetas no hay paraíso, Los Serrano… Pero sin duda parece que tu lugar es el teatro (El huerto de guindos, Magia Café, La isla del tesoro, Muere Julio César o La Bella y la Bestia, entre muchas otras). ¿Es así, tu lugar es el teatro, o la televisión y el cine no te han dado aún la oportunidad de desarrollarte más ahí?
G.T.: Creo que un actor debe ser todoterreno en todos los medios, porque lo que debe hacer es interpretar. Es cierto que la escuela o el oficio nacen del teatro, pero creo que en televisión se están utilizando unos cánones muy concretos. Y, o no tengo personajes, o la gente que está ahí lleva mucho tiempo y no se quieren arriesgar. Estamos en una época muy complicada de trabajo. Hay muchos compañeros que llevan tiempo en televisión y se están pasando al teatro. Ahora es como si el teatro estuviera acogiendo a gente que antes no estaba, así que tenemos como un overbooking en teatro (ríe). Nosotros llevamos mucho tiempo ahí. A mí me gusta que queden mis personajes. Si no saben mi nombre, pues mala suerte, pero me gusta que esos personajes queden ahí, que pueda ser bastante camaleónico. Eso es lo que más me interesa.
Por ejemplo, John Cazale, el exmarido de Meryl Streep, hizo siete películas, murió joven. Este hombre interpretó a Fredo Corleone, uno de los hermanos que presiona a Al Pacino en El Padrino. Era un actor que veías en muchas películas haciendo personajes maravillosos y nadie sabía quién era. Hasta que vi un documental de él y me quedé fascinado: venía del teatro y Meryl Streep se emociona cada vez que habla de él, diciendo que en cada toma hacía algo diferente, era un maestro para todo… Al Pacino también lo es, se le iluminan los ojos.
Yo me consideraría, sobre todo para la televisión, un secundario, y hay muy buenos secundarios, tanto en la televisión inglesa como en la norteamericana, cuyos nombres no sabes, pero van haciendo ahí un trabajo y van llenando una esencia en la serie. Yo me conformo con eso y que a la gente le guste mi trabajo.
ENF: Al igual que a otros actores, como Carlos Olalla, se te ve a menudo en protestas contra el Gobierno, homenajes a la Memoria Histórica y otro tipo de eventos sociales comprometidos. ¿Qué crees que debe pasar en este país para que las cosas, ya no que se solucionen, pero al menos remonten por el buen camino?
G.T.: El primer paso sería hacer una profunda reflexión sobre los tres poderes: ¿adónde nos habéis llevado a todos? Un poco de conciencia. Yo no sé cómo se les podría vender a estos señores el parar un poco y reflexionar, tanto gobiernos como jueces o sindicatos. Nos han traicionado, somos un pueblo traicionado, estamos completamente abandonados. Sé que hay gente que está luchando y lo hace en la clandestinidad. Yo este espectáculo se lo dedico a una persona que conozco y que sé que lo que está haciendo en su vida es una empresa quijotesca. Él está luchando a miles de kilómetros de aquí, salvando vidas, arriesgándose… Y lo hace porque cree todavía en el ser humano y porque cree que se pueden cambiar las cosas. A mí esa persona me inspira y a ella me aferro. Y quizá somos muy pocos los que pensamos así. O muchos, no lo sé. No sé cómo se puede llegar a esa reflexión. Hay que parar un momento, hay que detenerse y pensar: ¿qué ha pasado, dónde está la conciencia? La foto de Melilla, todas estas cosas… ¿qué nos está pasando? ¿Tenemos que estrellarnos, tenemos que tocar fondo? ¿Tenemos que empezar de nuevo, que volver a la esencia de la política en Grecia? No sé cómo podríamos llegar, pero tenemos que parar un momento y pensar. Fíjate ahora, hay unos rankings diarios que hacen que veamos tanta corrupción que ya no pensemos en ella. Y te pongo un ejemplo: desde hace una semana o así, lo único que se ve en Facebook son vídeos de gatitos. ¿Qué está pasando? Corrupción, corrupción, Blesa… Hay un momento en que te hartas y quieres pensar en otra cosa. Pero no. Lo que ha pasado con estos señores es muy grave.
Creo que tenemos una herencia que viene de una dictadura que no se ha sanado todavía y estamos arrastrando ese coletazo, arrastramos una herencia franquista, y no evolucionamos porque está todo muy bien atado. Como dice el gran Marcos Ana respecto a los crímenes del franquismo: “Hay que pasar página, pero primero hay que leerla”. Aún no hemos leído esa página, aún no se ha sanado este país, estamos en una corruptela que viene de una herencia que nos pesa como un muro encima.
Es una reflexión muy profunda. ¿Tanto merece la pena la corrupción? Supongo que sí, porque deben de vivir a cuerpo de rey, pero… Ahí se supone que también tendría que tomar parte la religión, apelando a lo moral. Y tampoco toma un papel. Sólo conozco una iglesia que lo hace, que es la Parroquia de San Carlos Borromeo, digna de ejemplo, digna de lucha y digna por haber sacado la voz de un barrio muy castigado. Esa gente está dando dignidad, y yo me quito el sombrero. Pero esas voces, al igual que las de muchos misioneros que estoy convencido de que hacen su mejor trabajo, no llegan, porque son acalladas por las de gente como el obispo de Alcalá, diciendo burradas dignas de una época del mayor oscurantismo.
ENF: Respecto a la corrupción, es preocupante cómo se ha interiorizado, y hay muchas personas que, cuando sale a la luz que alguien ha robado uno o dos millones de euros, lo primero que piensan es “¿tan poco?”
G.T.: Las cantidades han fluctuado en nuestra cabeza de una manera brutal. Antes robabas un millón y estaba claro: habías robado. Es tal el despropósito y el descalabro de la decencia, que incluso a veces se les llega a admirar. Y al final te hacen pensar: “Anda, pues lo correcto va a ser robar”. A la clase obrera siempre se nos ha educado para trabajar en la decencia, en la conciencia y tal. Parece que las élites superiores no están educadas en la conciencia, sino en llevarse lo que puedan y proteger a sus familias. Seguro que hay gente que no, y me gustaría verla, pero yo no me creo que por ejemplo Amancio Ortega haya hecho una fortuna desde lo decente y lo correcto. No me creo que las fortunas se hagan de una forma honrada. También me duele leer cómo un dirigente sindical ha estado apropiándose del dinero de mineros, de gente que se está jugando el tipo.
Y luego vemos los estudios sociológicos. Salen programas como este de Adán y Eva, y la gente se asombra porque salen desnudos. A mí lo que más me ha asombrado es que la gente relaciona que, cuanto más incultos son, más gracia les hacen. Y estas personas se van a lucrar haciendo entrevistas, haciendo dinero fácil desde su incultura. Y aquí estamos nosotros, los actores, dramaturgos, escritores o periodistas para traer luz a este mundo. Porque ese no es el camino, es el camino fácil. Seguimos ahí alimentando estos programas, que son el antiperiodismo, el antitodo. Hay programas que son deleznables, y siento utilizar estas palabras, pero propician que la mente esté reducida al mínimo, sin espacio para la imaginación o la creatividad, sin espacio para nada.
ENF: Para terminar, ¿qué consecuencias crees que traerá la reforma de la Ley de Propiedad Intelectual o Ley Lassalle?
G.T.: Ese pico de AISGE que te podía llegar al cabo del año era un sustento para muchos actores. Este tipo de reformas no se consultan con los profesionales del medio. Supongo que después de haber pactado con empresarios, sale un señor que de golpe tiene esta lucidez… Y todos ellos se saltan a la torera cualquier negociación que se podría discutir perfectamente en una mesa, e imponen unas formas y normas que hunden el sector. Como bien dice la frase: “El IVA nos mata y la Ley Lassalle nos remata”. Esta ley va a terminar de cerrar los pocos grifos que nos quedaban, y es como una lenta agonía. Nuestro sector está así, pero hay muchos en la misma situación, como la Sanidad, etc. En nuestro sector nos está afectando mucho, hay mucho paro. Hay mucha gente que no tiene para llegar a fin de mes ni para pagar el alquiler, mucha. Y parece que nos dedicamos a algo que sí, nos gusta, pero yo por ejemplo llevo cinco años detrás de este monólogo, dedicándole no sé cuántas horas, producción, ensayar, viajar, transportar, intentar dar la mínima carga de trabajo a la gente. ¿Con esto qué quiero decir? En el cine, por ejemplo, no sólo trabajan los actores. Cuando hay una producción o una gran producción, el nivel de contratación es bestial. No sólo mueve productores, sino directores, carpinteros, gente de hoteles, gente de viajes… Mueve un círculo de personas que es importantísimo. Si llega Juego de tronos aquí y les facilitan las cosas, va a dar trabajo a mucha gente. España fue una meca del cine y se venía mucho a rodar. Si tienes un IVA tan alto, las productoras van a pasar de largo porque les sale muy caro. Estás quitando puestos de trabajo. No tiene ningún sentido tener el IVA a ese nivel: porque se recauda menos y se produce más paro. Es toda una contradicción, es una maldad.
Imagen: Moisés Fernández Acosta
Entrevista original en El Nuevo Fígaro el 26/10/2014.