Libia

Han pasado ya cinco años desde el levantamiento del pueblo libio contra el coronel Muamar el-Gadafi aquel 17 de febrero de 2011. También se cumplen cinco años de la intervención oficial de la OTAN, apoyada por la ONU. Fue un mes después, el 19 de marzo, cuando comenzó la operación militar que tenía como objetivo «proteger a los civiles y las zonas pobladas por civiles que estén bajo amenaza de ataque» de las fuerzas leales a Gadafi. La intervención duro siete meses, hasta el 31 de octubre de 2011. Aunque después se han llevado a cabo más operaciones, algunas de ellas encubiertas.

Libia se encuentra actualmente en estado de caos. Tanto es así que a más de una persona aún le cuesta entender quién lucha en Libia y por qué. El objetivo de este artículo es repasar la situación del país tras la intervención de la OTAN, los bandos, intervenciones recientes y también la irrupción del Daesh en el pais gracias al escenario de caos.

La OTAN: ¿liberación?

¿Fue necesaria la intervención de la OTAN para que Gadafi cayera? Sin duda, sí. Pero la organización del Tratado Atlántico no tenía un plan de democratización para la Libia pos-Gadafi. Tras derrocarlo, la mayoría de las fuerzas enviadas por dieciséis países distintos, entre ellos España, abandonaron el lugar. En octubre de 2011, en medio de un optimismo ilusorio, Libia quedó fragmentada en múltiples bandos que resulta imposible dividir a la perfección debido a su complejidad.

Helicóptero francés aterriza sobre USS Mount Whitney (2011)

Tras la muerte del coronel, el ejército y las fuerzas de seguridad comenzaron a descomponerse, a la vez que aumentaban y cobraban fuerza las milicias más radicales que habían combatido contra el dictador. El vacío de poder que se generó fue ocupado por jefes tribales y de milicias locales. Lejos de ser positivo, esto reavivó antiguas rivalidades interétnicas. No debemos olvidar que la diversidad étnica de Libia es inmensa, así como el poder de las distintas tribus. Gadafi mismo pertenecía a la tribu beduina Gadafa y durante su mandato favoreció en gran medida tanto a su tribu como a Al-Muqarha, Warfalla o los Tuareg. Esto le provocó enemistades dentro de tribus rivales, como la tribu Al-Zintan o la Tubu.

El 7 de julio de 2012, el pueblo libio acudió a las urnas y eligió a los miembros que configurarían el Congreso General Nacional (CGN), el encargado de caminar hacia adelante en la democratización del país. Este congreso eligió posteriormente al liberal Ali Zeidan como primer ministro, un hombre conocido por su defensa de los derechos humanos. Una de las primeras medidas de Zeidan fue la de intentar agrupar en un mismo organismo a las milicias más importantes, con el fin de que lucharan por algo en común y conseguir que éstas se desarmaran. Este ejército recibió el nombre de Escudo Libio y operaba en tres áreas: el centro, el este y el oeste. Sin embargo, Zeidan no tuvo éxito, ya que muchas de estas milicias eran ya lo suficientemente grandes como para obedecer a lealtades propias, ya fueran ideológicas o tribales.

Mientras tanto, en el CGN, los bandos comenzaban a polarizarse y aumentaba la tensión entre islamistas y seculares, fomentada además por medidas que no ayudaban a la reconciliación, como la inhabilitación durante diez años de cualquier alto cargo que hubiera ejercido bajo el régimen de Gadafi. En diciembre de 2012, el CGN aprobó la imposición de la sharia y la prórroga de su mandato. La sociedad libia salió a las calles para protestar contra el rumbo islamista que la situación estaba tomando y el primer ministro, Ali Zeidan, fue cesado por una moción de censura el 11 de marzo de 2014.

Fue dos meses después, en mayo de 2014, cuando el general retirado Jalifa Haftar lanzó la denominada Operación Dignidad, destinada a frenar por la fuerza el islamismo creciente en el país. Así, las fuerzas de Haftar, el Ejército Nacional de Libia, bombardearon Bengasi y Trípoli y asediaron el Parlamento exigiendo la disolución del CGN. Para sorpresa de muchos, Haftar fue apoyado por la mayor parte de las unidades militares del país, de algunos miembros del Congreso y también de una parte importante de la población, así como de varias tribus. Sobre Haftar, se sabe que trabajó para el gobierno de Gadafi durante casi veinte años, hasta que fue acusado de traidor tras la guerra contra el Chad, en 1987. Pasó varios años encarcelado, la CIA intercedió por él y a principios de los años 90 se exilió a Estados Unidos. Por ello, no se debe ignorar la relación entre la inteligencia estadounidense y el principal líder de la oposición libia. Haftar ha pasado veinte años en Virginia (Estados Unidos). Según algunas investigaciones independientes, la probabilidad de que Haftar fuera formado para enfrentar una Libia pos-Gadafi es bastante probable. Ya ocurrió en Irak con el político Ahmed Chalabi, quien recibió apoyo y formación para un Irak después de Sadam Hussein.

Tras unas nuevas elecciones en junio de 2014, con alrededor del 20% de participación, los islamistas consiguieron tan solo treinta de los 200 escaños de la cámara. Después de los comicios, la violencia en Trípoli se intensificó de tal manera que el recién formado parlamento tuvo que exiliarse a la ciudad oriental de Tobruk. Los islamistas tacharon el traslado de inconstitucional y han continuado gobernando desde la capital. Hasta hoy. Desde ese momento, en Libia dos parlamentos han operado simultáneamente: el de Trípoli, de corte islamista; y el de Tobruk, moderado. Este último ha sido el reconocido internacionalmente hasta hace unos meses.

Decimos hace unos meses porque el 17 de diciembre de 2015 la ONU consiguió que el presidente de la Cámara Rebelde de Trípoli, Nouri Abu Sahmein, y el de los Diputados de Tobruk, Aqila Salah, firmaran en la localidad marroquí de Sjirat un acuerdo que establecería un gobierno de unidad nacional. De hecho, en enero de 2016, el primer ministro libio propuesto en diciembre, Mohamed Fayez al-Serraj, consiguió formar el gobierno de transición. A pesar de esto, tanto al Gobierno de Trípoli como al de Tobruk les ha costado meses aceptar este gobierno de unidad y, de hecho, no ha sido hasta marzo cuando éste se ha trasladado a Trípoli, y aún con reservas. Por lo tanto, en Libia existen tres gobiernos distintos, y el único apoyado internacionalmente por la ONU y las potencias occidentales es el de unidad nacional, retirando así su apoyo al de Tobruk.

Desde abril, el nuevo gobierno de unidad se ha reunido con representantes del parlamento de Trípoli, con el fin de llegar a distintos acuerdos y proceder al traspaso de poderes. El acuerdo político establece, dentro del gobierno de unidad nacional, la creación de un Consejo de Estado, formado por 150 representantes que proceden del Consejo General Nacional, el parlamento de Trípoli; y el de Tobruk, constituido por los miembros de la Cámara de Representantes. Sin embargo, este último gobierno continúa aplazando sus votaciones como forma de protesta ante la intervención extranjera.

¿Quién lucha en Libia?

Desde que la OTAN se retiró de Libia y especialmente tras la creación de los dos gobiernos, se suele decir que el conflicto libio es entre islamistas y antislamistas. Pero la realidad es mucho más compleja. No se debe perder de vista la presencia de las distintas tribus y etnias, ni el surgimiento de otros grupos, como el Daesh, ni tampoco que la religión no es la principal causa de la guerra en el país. A pesar de la complejidad de la situación, intentaremos diferenciar los distintos bandos, aunque siempre con matices, ya que, incluso dentro de cada uno, las distintas facciones son incapaces de realizar una unidad tan fuerte y compacta como para vencer al enemigo.

Entre las fuerzas que luchan contra el parlamento islamista de Trípoli y el rumbo radical que toma el país se encuentran:

  • Gobierno de Tobruk

Ejército Nacional: este grupo es de corte secular, está dirigido por Jalifa Haftar y es claramente antislamista. Por supuesto, rinde fidelidad al Parlamento de Tobruk y actúa principalmente en el este de Libia.

Brigadas de Zintan: agrupan a más de veinte milicias procedentes del suroeste de Trípoli y tienen bajo su control las principales ciudades y pueblos de interior al este de la capital. Juraron lealtad a la Operación Dignidad de Haftar y son principalmente antislamistas. Tras la milicia de Misrata, situada en el otro bando, son el segundo grupo armado de mayor importancia en el país.

  • Gobierno de Acuerdo Nacional (Trípoli, 2016)

Amanecer Libio: es la principal coalición de milicias en este bando. Es necesario destacar que no sólo está formada por milicias islamistas, lo que demuestra la complejidad de la situación y que no se trata de un mero conflicto religioso entre islamistas y no islamistas. El mayor bloque lo forman las milicias de Misrata, que no son precisamente islamistas.

  • Grupos yihadistas

Al igual que en Siria, este grupo es tremendamente abstracto y está principalmente integrado por salafistas radicales considerados terroristas.

Ansar al-Sharia: es una de las milicias más importantes. Estas formaciones lucharon activamente contra Gadafi, lo que les aseguró un importante respaldo social y político. Aunque no ha confirmado su lealtad al Daesh, realiza algunas de sus prácticas, como la proclamación de emiratos.

Consejos de la Shura: hay varios de estos Consejos de la Shura que están muy focalizados en grandes ciudades y especialmente en el este del país. El Consejo de la Shura de los Jóvenes Islámicos ofrece apoyo táctico al Daesh mientras que el Consejo de la Shura de Jóvenes de Derna sí ha jurado lealtad al Daesh. Por contra, el Consejo de la Shura de Muyahidines de Derna llamó la atención en el verano del 2015 al conseguir expulsar al Daesh de la ciudad y posteriormente de zonas colindantes. Estas formaciones son más bien facciones islamistas que no luchan activamente en la guerra pero se dedican especialmente al tráfico de armas, de personas y otras actividades de crimen organizado en el Sahel. Como es de esperar, a menudo se topan con la férrea oposición de clanes y tribus, que han creado grupos de autodefensa para protegerse.

Daesh (EI): el llamado Estado Islámico bajo su filial libia se hizo notar especialmente a partir del 2015. Una vez expulsados de Derna consiguieron consolidar sus posiciones en la ciudad costera de Sirte y alrededores. Su presencia en el centro de Libia divide de manera efectiva el país puesto que la mayor parte de la infraestructura se encuentra en las zonas litorales. Aunque actualmente está estancado o en retroceso, el ministro de defensa francés alertaba a finales de 2015 de las intenciones del Daesh de «penetrar hacia el interior y acceder a pozos petrolíferos y reservas». Actualmente tienen una presencia moderada en Bengasi y no se descarta que también tengan células en Trípoli.

Una vez conocidos los nombres más importantes, es necesario crear una imagen mental del mapa de Libia. El este del país está principalmente controlado por el gobierno de Tobruk, reconocido internacionalmente hasta hace unos meses. Por su lado, el oeste se divide entre la amplia zona controlada por los islamistas del Congreso General Nacional en Trípoli. Y el suroeste se divide entre los grupos yihadistas que pululan por el desierto, la milicia de los bereberes Tuareg y la milicia Tubu, dos etnias tradicionalmente enfrentadas que luchan entre sí y que ahora, además, han buscado alianzas en los dos bandos: por su lado, los Tuareg han estrechado lazos con el gobierno de Trípoli; por el suyo, los Tubu han acercado posturas con Tobruk. La finalidad de ambas tribus rivales es la misma: hacerse con la región y principalmente controlar los ricos yacimientos petrolíferos de la zona.

Por lo tanto, el conflicto en Libia está lejos de ser únicamente religioso. Como en cualquier guerra, convergen intereses políticos y sobre todo económicos. También para la OTAN y sus miembros, como veremos a continuación.

Intervención extranjera en Libia

Entre el 19 de marzo y el 31 de octubre de 2011 se produjo en Libia la intervención militar más importante, la de la OTAN, con el beneplácito de Naciones Unidas. En su resolución 1973, autorizaba a los Estados Miembros a adoptar «todas las medidas necesarias […] para proteger a los civiles y las zonas pobladas por civiles que estén bajo amenaza de ataque» de las fuerzas leales a Gadafi. Estableció una zona de exclusión aérea y prohibió explícitamente cualquier intervención terrestre. La resolución fue muy polémica, ya que dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad con derecho a veto se abstuvieron: Rusia y China. De esta manera, no evitaron la aprobación pero sí matizaron que eran contrarios a la intervención. A diferencia de las intervenciones en Afganistán o Irak, Estados Unidos no lideró esta vez la coalición. Este papel correspondió a Francia y a Reino Unido, con muchos intereses en Libia, especialmente el país galo. Sea como fuere, todos los países que formaron parte destacaron que se trataba de una «guerra justa» y legal, ya que estaba amparada por la ONU.

OTAN: Zona de Exclusión Aérea (Fuente: DisparaMag)

El 31 de octubre de 2011, el entonces secretario general de la OTAN Anders Fogh Rasmussen anunciaba en Trípoli el final de la intervención. No obstante, aunque la Alianza Atlántica ha ido retirando sus tropas posteriormente, han quedado algunas fuerzas especiales de varios países, especialmente de Italia, Francia, Reino Unido y Estados Unidos. De hecho, a finales de 2015, Estados Unidos desplegó más tropas especiales en el este y oeste del país para hacer frente al Daesh. Y, desde la salida oficial de la OTAN, las tropas especiales de estos países han llevado a cabo distintas operaciones encubiertas a espaldas de la opinión pública. Las más recientes son las publicadas por diarios italianos y franceses. El Corriere della Sera informaba el pasado 25 de febrero de la misión secreta de las fuerzas especiales italianas, que serían desplegadas con el fin de proteger lugares sensibles de Libia, como las infraestructuras petrolíferas, pero también embajadas, edificios institucionales y hospitales.

Asimismo, según informa el think tank Open Briefing, todo parece indicar que las fuerzas italianas y francesas están colaborando con las británicas y estadounidenses con el fin de poder enfrentarse de forma eficaz al Estado Islámico. Mientras la vía política sigue su curso, la militar no se queda atrás, y el objetivo de las tropas aliadas podría ser, según el think tank, garantizar una misión militar en caso de que la política fracase. No obstante, la actuación de fuerzas armadas occidentales es un hecho desde hace meses, como hemos visto. Existen numerosas noticias que hablan sobre ataques aéreos de los aliados contra el Daesh, como el de Estados Unidos en Sabrata, al oeste del país, los vuelos de reconocimiento de Francia o las operaciones encubiertas conducidas por Reino Unido.

Otra de las medidas impulsadas el pasado 23 de mayo, en este caso por la UE, fue la ampliación del mandato de la llamada Operación Sophia [EUNAVFOR Med]. Para ello, esta misión asumirá dos nuevas tareas: entrenar a los guardacostas y a la Marina libios y aplicar el embargo de armas que aprobó la ONU. El pasado 20 de junio el Consejo de la UE decidió también extender el mandato de la operación al menos hasta julio de 2017. El fin de la misión es, siempre según la UE, acabar con las mafias que trafican con armas y seres humanos, además de controlar la inmigración hacia tierras europeas. Se puede decir, entonces, que los gobiernos occidentales han recuperado el interés por Libia debido al ascenso del Estado Islámico y al flujo migratorio que conlleva la guerra que ellos ayudaron a comenzar.

No obstante, no solo el bloque occidental interviene en Libia. Potencias de la región también lo hacen desde 2011. Las más importantes son Egipto, Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudí, que han respaldado al gobierno de Tobruk; o Catar, que ha brindado su apoyo al islamista de Trípoli.

El Daesh en Libia

Hemos hablado de la creciente preocupación internacional ante el auge del Daesh, pero lo cierto es que, en el caso de Libia, aunque no irrelevante, este grupo es un actor menor. Fue en 2014 cuando el ISIS hizo su aparición en una Libia dividida y, al igual que en Siria, está en guerra con todas las facciones, incluso con el resto de grupos yihadistas. Esto se debe, entre otras cosas, a su carácter monopolizador, incapaz de establecer alianzas igualitarias.

No obstante, aunque la presencia del Daesh en Libia es limitada, ha llegado a controlar más de 300 kilómetros de la costa central, además de numerosos pueblos. Asimismo, la práctica inexistencia de una autoridad estatal; ya que, aunque el Estado Islámico posee la suficiente potencia para combatir con fuerzas o milicias que no están debidamente cohesionadas, no puede derrotar a un ejército competente.

En el lado opuesto encontramos los factores que impiden al Estado Islámico convertirse en una amenaza seria en Libia, al nivel de Siria o Irak. Como decíamos, la estrategia polarizadora del Daesh le impide establecer alianzas efectivas con otros grupos yihadistas, por lo que no se producen apenas uniones importantes. Si los líderes del grupo decidieran cambiar de estrategia, sí podrían lograr conquistas territoriales más importantes. También es esencial mencionar que, según el comandante del Mando África de Estados Unidos (AFRICOM), David M. Rodriguez, el Daesh ha doblado su número de combatientes en los últimos 12-18 meses, contando así con entre 4.000 y 6.000 militantes en sus filas libias. Sin embargo, la mayoría de voluntarios extranjeros que se unen al Daesh prefieren viajar al epicentro, Irak y Siria, antes que a Libia. Esto debilita el potencial de la organización en el país magrebí.

Por otra parte, una desventaja muy relevante con la que debe cargar el Daesh es su total dependencia de su núcleo en Siria e Irak. Esto significa que, sea cual sea la suerte que corra la organización allí, será replicada en Libia. Es decir, si consigue crecer más en Siria e Irak, muchos militantes extranjeros serían enviados a Libia y reforzaría así su filial. Si, por el contrario, el núcleo cae, la imagen del Estado Islámico como marca derrotada le hundiría.

Como decíamos, al igual que ocurre en Siria y en Irak, aunque en Libia el Daesh ha conseguido llevarse a pequeñas escisiones de grupos yihadistas, combate con absolutamente todas las facciones. Esto ha llevado a continuos enfrentamientos con las milicias. Uno de los más duraderos es el de la ciudad estratégica de Sirte, en manos del ISIS desde junio de 2015. Además, el pasado mes de enero, según fuentes afiliadas a la organización, decenas de comandantes del grupo terrorista fueron trasladados a Libia desde Siria e Irak.

Visión de futuro

La existencia de tres gobiernos en Libia hace el proceso de recuperación muy lento, aunque el gobierno de unidad nacional promovido por la ONU parece estar siendo aceptado lentamente por las partes. Aun así, es difícil que un solo ejecutivo consiga aunar a todo un país actualmente fragmentado en múltiples bandos y aún más facciones dentro de cada uno. Las diferencias entre todos ellos parecen irreconciliables, aunque todos luchan además contra un enemigo común especialista en desestabilizar países e incapaz de aliarse con nadie: el Daesh. Si la cúpula de la organización decidiera formar alianzas con otros grupos yihadistas importantes, la amenaza aumentaría considerablemente.

A pesar de esto, los países europeos y Estados Unidos parecen preocupados por el rumbo que toma el país y aseguran querer expulsar al Estado Islámico. Para ello han llevado y llevan a cabo operaciones encubiertas y oficiales con el fin de controlar la costa y evitar que el crimen organizado campe a sus anchas, además de para no perder su posición de poder en esta zona tan estratégica del Magreb. También el crimen organizado parece difícil de controlar a corto plazo, sobre todo mientras desde Europa se continúen promoviendo leyes contra quienes huyen de las guerras en las que la propia UE participa.

Respecto a una supuesta intervención militar extranjera para eliminar al Daesh de Libia, según expertos como Javier Jordán y Alberto Bueno, del Grupo de Estudios en Seguridad Internacional de la Universidad de Granada, esta intervención sólo conseguiría ayudar al grupo en su propaganda contra Occidente. En realidad, le estaría dando la razón en su argumento contra las injerencias extranjeras y podría conseguir más apoyos entre la desesperada y hastiada población libia.

Artículo original en DisparaMag el 05/07/2016.