Corre. Huye. Salta. Vuela. Sobre las nubes, allí, tan alto. Tan alto que no veas nada detrás de ti. Ni debajo. Tan alto que tus miedos no puedan alcanzarte. Allá donde puedas tocar tus deseos con la punta de los dedos. Allí. Tan alto. Y después, como un halcón, baja en picado, sin miedo. Baja, desciende tan rápido como la rapaz y siente el viento en tu cara a toda velocidad. Baja, lánzate al vacío y sumérgete de lleno en tus peores pesadillas. Míralas a la cara. A ellas. Y a tus miedos. Mírales fijamente a los ojos y diles que allí estás para quererlos. Porque son parte de ti. Y diles que les quieres. Díselo. Y enfréntate a ellos. Porque ningún miedo es tan grande como el universo. Y desde ahí arriba, donde has estado antes, todo se veía muy pequeño. Demasiado pequeño como para dejarse morir por algo. Como para dejar que el tiempo escape entre los dedos de tus manos y el que consigues atrapar se deshaga en las palmas como el viento. Que lo sientes, te roza, pero es intangible al mismo tiempo. El mismo material del que están hechos los sueños. Y los deseos. Y la felicidad de este momento que se desvanece tan rápido como terminas de leerlo.
Siéntelo. Siente dentro de ti el miedo más profundo, el miedo a fallar, el miedo al rechazo, el miedo que nos persigue y nos impide enamorarnos. El miedo a avanzar y no poder volver atrás. El miedo. Ese gran aliado en momentos de peligro al que convertimos en verdugo cuando accedemos a someternos. Ese sentimiento, esa sensación de bloqueo en las manos, en las piernas, en todo el cuerpo. Esa parálisis que solo provoca el miedo. No poder avanzar y buscar el retroceso. Y no poder tampoco retroceder en el tiempo. Sentir en lo más profundo ese miedo.
Y armarse de valor. Y saltar. Y romper las barreras del lateral y volver a volar. Y sentir que no puedes ni quieres volver atrás. Porque todo se nos va. Y se nos irá igual, tanto si nos aferramos como si lo dejamos escapar. Ya está, ya se va. Y no volverá. Pero no pasa nada, es la vida y nada más. Y si no sientes el miedo, el valor, el terror y la libertad, no vives en la Tierra ni conoces la verdad. Porque eso es la vida y nada más. Llegar con el corazón lleno de cicatrices al final, porque de cualquier manera no podrás volver atrás. Y allí, cuando toque cruzar el umbral, poder mirar al pasado y gritar. Gritar que no lamentas llevar el corazón lleno de llagas y heridas, lleno de dolor y alegría. Porque eso. Eso. Eso es la vida, y nada más.