El primer día de mayo se asoma y sigue este frío gris. Este sol entre nubes, este sol de voy y vengo, no me quedo. Como tú. Que te vas, y vuelves, y te vas… ¿Y quién sabe si volverás? Pero, mientras tanto, ajeno a mi corazón, lo ignoras sin más. No te importa, ¡qué más da! Si total, no hay nada más. ¿Qué cabe esperar? Nada, no hay nada más. Ni lo habrá.
Una transición. Eso eres, una transición. Una transición de luz y color, de sombras, de tinieblas extrañas en las que no me pienso adentrar. Ya no. Esos trucos no funcionan conmigo. Ya no. Ya caí hace tiempo en algo similar y, si tengo claro algo, es precisamente eso. Ya no. Sin malas intenciones, lo sé, pero ya no. No daré más de lo que corresponde sin recibir nada a cambio. Ya no. No más. Ya no.
Aprendí a levantarme y no mirar atrás, aunque el pasado me arrastre a veces y no me deje avanzar. Ya no. No dejaré que vuelva a ocurrir. No, no. Nunca más. Ya no. Huiré si hace falta. Me esconderé si es necesario. Pero no, nunca más daré más de lo que corresponde. Nunca más. Ya no. Nunca más dejaré que me arrastren, que me dañen. Ya no. Jamás. Nunca más. No.
Imagen: Samuel Navarrete