Dos imágenes. Dos imágenes tomadas el mismo día, el 14 de mayo de 2018, en Palestina. Dos imágenes, sin embargo, muy diferentes. En una, personajes relevantes de la política estadounidense e israelí inauguran en Jerusalén la embajada de Estados Unidos, recién trasladada desde Tel Aviv, en un acto de gran pomposidad. En la otra imagen, un hombre palestino lleva a un compañero en brazos, huyendo de las balas israelíes en Gaza. Y es que, en un mismo día, Israel asesinó a 60 palestinos e hirió a más de 2.700 en la frontera con Gaza. Allí, alrededor de 40.000 personas se concentraron ayer para protestar precisamente contra esta acción de Donald Trump. Pero, ¿por qué?
Hace apenas unos días, Israel ganaba el festival de Eurovisión. Aunque parezca irrelevante e inconexo, nada más lejos de la realidad. Al ganar, la cantante israelí, Netta Barzilai, dijo claramente: «Gracias. Amo a mi país. ¡La próxima vez, en Jerusalén!» Al primer ministro, Benjamin Netanyahu, le faltó tiempo para felicitar a la cantante en un tuit: «Netta, has traído mucho respeto al Estado de Israel. ¡El próximo año en Jerusalén!»
Como es lógico, la victoria de Israel en el festival —por muy valiente que sea la letra de la canción— no es casualidad, precisamente el año en que Trump decide romper con una situación que ni los líderes más conservadores del pasado se han atrevido: reconocer oficialmente Jerusalén como capital de Israel. Y precisamente el año en que se cumplen, para Israel, 70 años de su creación. Y, para Palestina, 70 años de la Nakba («catástrofe»), el inicio de la expulsión del pueblo palestino y que aún continúa. Pero, ¿por qué tanto revuelo? Recordemos.
La limpieza étnica y 700.000 refugiados
En 1947, tras años de señales e indicios que nadie quiso ver, la torpeza y la inacción de la comunidad internacional permitió que el sionismo dividiera la tierra palestina y llevara a cabo una de las peores limpiezas étnicas de la Historia. La ONU había propuesto un plan de partición de la tierra que el sionismo aceptó en un primer momento porque cualquier gesto de este tipo le beneficiaba, aunque sus aspiraciones iban mucho más lejos de cualquier manera. Por su parte, el pueblo palestino no estaba dispuesto a aceptar que su tierra fuera dividida e injustamente repartida: el 54% de la tierra para la población judía, que no era más del 33%. Por su parte, la palestina, que era el 64%, recibía menos de la mitad. Por no hablar de que las zonas adjudicadas a los judíos eran las más fértiles. Por último, Gran Bretaña, que en ese momento ostentaba el mandato de aquella región, hizo oídos sordos y no intervino ante las masacres que estaban ocurriendo desde finales de 1947.
El punto culminante llegó el 15 de mayo de 1948 (del que hoy se cumplen 70 años), cuando Israel declaró la creación de su estado, con el inmediato reconocimiento de Estados Unidos. Desde entonces, Israel intensificó sus acciones de limpieza étnica y provocó que más de 700.000 palestinos y palestinas tuvieran que huir a países vecinos. Es lo que Palestina conoce como la Nakba, la «catástrofe». Esas personas expulsadas nunca han podido regresar. El derecho al retorno está defendido por la ONU e Israel lo viola sistemáticamente. No solo expulsó a estas personas, sino que destruyó sus aldeas y en muchas ocasiones se plantaron árboles para que cayeran en el olvido. Además, muchas de sus incursiones, acciones de terror y ejecuciones en masa serían propias de los mismísimos oficiales nazis, y bastantes aparecen relatadas en el libro del historiador israelí Ilan Pappé La limpieza étnica de Palestina.
A lo largo de los años, Israel se ha apoderado de más territorio palestino ante la inacción de la comunidad internacional. Así, en junio de 1967 se produjo otro punto culminante, la Guerra de los Seis Días. En esta ocasión, Israel se enfrentó también a Egipto, Siria, Jordania e Irak, ya que pretendió ocupar la Franja de Gaza y la Península del Sinaí, ambas de Egipto; Cisjordania, incluyendo Jerusalén, que pertenecía a Jordania; y los Altos del Golán, de Siria. De hecho, consiguió ocuparlo todo. Uno de esos puntos vitales era y continúa siendo Jerusalén.
La ciudad sagrada de Jerusalén
Todo el mundo conoce la importancia que esta ciudad tiene para las tres religiones monoteístas: el cristianismo, el islam y el judaísmo. Por ello, cuando en 1967 Israel ocupó la ciudad vieja de Jerusalén, incluyendo lugares tan importantes como la Explanada de las Mezquitas, la ONU se negó a reconocerlo ante un posible conflicto internacional. Desde entonces y hasta nuestros días, aunque Israel controla la totalidad de la ciudad, su estatus como ciudad judía no está reconocido internacionalmente, y menos aún como capital del Estado de Israel. De hecho, en 1980, la ONU instó a todos los países a retirar sus embajadas de Jerusalén.
Así que ahora, con este traslado de la embajada desde Tel Aviv por parte de Trump, Estados Unidos viola el consenso internacional y abre la puerta al reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel. El razonamiento del presidente estadounidense y el del primer ministro israelí es que este gesto acerca más la posibilidad de una paz duradera. Pero lo más interesante es el argumento utilizado: como Israel recibe así la parte más importante del pastel, está dispuesto a hacer pequeñas concesiones al pueblo palestino.
La importancia del boicot
Ayer fue la jornada más sangrienta desde el verano de 2014, año en el que Israel utilizó además armas químicas sobre la población civil de la Franja de Gaza —y nadie atacó a Israel—. Ahora lo vuelve a hacer. En un solo día, ha asesinado a 60 palestinos —entre ellos una niña de ocho meses y otros ocho menores— y ha herido a más de 2.700 —más de 200 son niños y niñas—. Además, no debemos olvidar que, aunque esta movilización protesta contra el traslado de la embajada, hace ya seis semanas que la Franja de Gaza está en la calle en la llamada Gran Marcha del Retorno, en la que reivindican precisamente este derecho humano del regreso de las personas refugiadas desde hace 70 años. Y el número de personas asesinadas desde que el 30 de marzo comenzara la Gran Marcha del Retorno ya supera las cien. Mientras tanto, Europa calla, como siempre. La Unión Europea no se pronuncia o dice unas palabras de reproche, pero no actúa.
De hecho, en nuestro país las reacciones de los partidos que se dicen demócratas son más bien contrarias. Ayer, el portavoz de Ciudadanos en el Congreso, Juan Carlos Girauta, felicitaba en un tuit a Israel por sus 70 años de vida, calificándolo de «luz de naciones». Es decir, quienes critican a Quim Torra por su pensamiento supremacista —y así es—, no dudan en felicitar a un Estado que se basa desde sus inicios en la creencia de la superioridad de su pueblo frente a los demás. Un Estado que no ha dudado en utilizar el sufrimiento del pueblo judío y el Holocausto como herramienta política para sus propias aspiraciones imperialistas y expansionistas. No debemos olvidar que, desde el mismo momento en que Israel se declaró Estado, su único fin ha sido expulsar al pueblo nativo y ocuparlo por completo con población judía. Son palabras del que fue primer ministro de Israel, el tan admirado en su país David Ben Gurion. En sus escritos admitía que un territorio compartido con la población palestina no podía formar el futuro «Estado judío» que buscaban. Y que un Estado con un mínimo del 80% de población judía sería viable y estable, siendo el 100% lo ideal.
https://twitter.com/GirautaOficial/status/996016701543256064
Así que debemos comprender que el objetivo de Israel nunca será la paz. La única situación admisible para el sionismo es la expulsión de la totalidad del pueblo palestino. En la misma ideología del sionismo no se contempla en ningún momento la posibilidad de compartir la tierra, sino de que sea completamente suya, porque, a sus ojos, el pueblo judío es superior.
Por la importancia política y simbólica que tiene Jerusalén para Israel, este Estado continúa con su lavado de cara. Mientras una artista canta en Eurovisión sobre la importancia del respeto y contra el bullying, su gobierno despliega todas sus fuerzas y continúa ejerciendo su abuso de poder contra un pueblo en muy inferiores condiciones de lucha. Por la importancia política de Jerusalén, Israel se ha auto definido como uno de los países más liberales para las personas LGTB, como un paraíso, mientras destierra y expolia a todo un pueblo, y donde, por cierto, las personas del mismo sexo ni siquiera pueden casarse porque solo las autoridades religiosas pueden oficiar matrimonios. Todo esto no es más que un lavado de cara que cualquier Estado ilegítimo necesita para conseguir la aceptación internacional.
Así las cosas, no debemos olvidar que los ámbitos de la cultura y el deporte también forman parte de los movimientos de boicot internacional, en este caso el BDS. Así que, aunque Eurovisión parezca una tontería, de confirmarse que será Jerusalén el próximo escenario, todos los países europeos que decidan participar serán, una vez más —ya lo son con su inacción y su apoyo a Israel—, cómplices de la limpieza étnica, la violación sistemática de derechos humanos y la destrucción de Palestina.
NOTA: Para más información, puedes escuchar el programa de Viaje por la Historia que dedicamos en Radio Conectadas a este tema: La liberación de Auschwitz y el Estado de Israel.
IMAGEN: Gnuckx