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La creciente presión internacional por los derechos de las mujeres ha obligado a ceder a Arabia Saudí. Sin embargo, sus intereses extremistas siguen siendo los mismos y la situación no es mucho mejor.

Desde el pasado 1 de agosto, las mujeres de Arabia Saudí pueden conseguir un pasaporte y viajar sin la autorización de sus “tutores legales”. Aunque se trata de un avance importante, en realidad es un pequeño paso, ya que el régimen en realidad no desea dejar atrás sus raíces wahabíes, como se verá en este análisis.

La mujer en Arabia Saudí

Un país cuyo nombre lleva el apellido de la familia dominante ya refleja sus intereses personalistas y corruptos. Desde su unificación en 1932, el gobierno saudí se encargó de someter a su pueblo y garantizar que nunca llegara ningún parlamento ni órgano de poder que no estuviera integrado por su propia familia. Aunque todos los países a su alrededor fueron avanzando en mayor o menor medida en lo que a democracia se refiere, el reino no lo necesitó, ya que sus abundantes reservas petrolíferas legitimaban cualquier régimen político.

Por todo ello, Arabia Saudí se estancó y no tuvo necesidad de subirse al tren del progreso social y moral. Así, la pena de muerte en Arabia Saudí abarca métodos tan antiguos como la decapitación o la lapidación, pero también el fusilamiento. En cualquier caso, le sigue la crucifixión. En cuanto a las mujeres, como se ha visto, existen recientes progresos. El último, el que abría este análisis: la posibilidad de conseguir un pasaporte y viajar sin la tutela masculina, además de poder registrar el nacimiento de sus hijos, el matrimonio o el divorcio, y poder ser tutoras de menores de edad. En junio de 2018 se levantó por fin la prohibición de conducir —era el único país donde no podían— y en 2015 pudieron votar y ser elegidas por primera vez, aunque este último punto no es muy relevante, teniendo en cuenta que se trata de una monarquía absoluta.

Sin embargo, el principal aspecto que se debe tener en cuenta es precisamente el que hace referencia a la tutela masculina. El sistema legal saudí parte de la base de que una mujer es una persona moralmente incapaz, que no puede ni sabe gestionar sus propios asuntos y necesita ser supervisada por un “guardián”, ya sea su marido, padre, hermano o incluso hijo. Es decir, sus derechos legales son los de una persona menor de edad, que no puede tomar decisiones estratégicas en su vida, como lo relativo a la educación, la salud o el trabajo. Naturalmente, todo esto procede de la corriente política más extremista del islam, el wahabismo, del que se hablará más adelante. Aun así, esta ideología fanática es la base de todo el sistema saudí, que tiene como tres elementos fundamentales la ley islámica (sharia), el Corán y la Sunna, una serie de enseñanzas reveladas por Mahoma. Todo esto, lógicamente, interpretado de la manera más extremista posible.

A lo largo de los años, diversas organizaciones de derechos humanos han denunciado la situación de las mujeres y se ha definido claramente como un apartheid de género, ya que, todavía tras la aprobación de estas leyes aisladas, las mujeres y los hombres deben entrar por diferentes puertas a los edificios y no deben interactuar más de la cuenta si no se conocen. Además, aunque desde 2018 pueden asistir a eventos públicos, a estadios y al cine, deben sentarse en una zona específica para ellas. Como ya se ha dicho, todo esto se debe en gran parte a la ideología extremista defendida por Arabia Saudí desde su nacimiento, el wahabismo, que nos resulta mucho más familiar de lo que creemos.

¿Qué es el wahabismo?

En el siglo XVIII, el religioso árabe Muhammad ibn Abd-al-Wahhab originó un movimiento que defendía una interpretación más exigente y literal de los textos sagrados del islam en el sunismo. Esto implica una severa y estricta interpretación de la sharia y rechaza cualquier innovación, especialmente en los campos de la religión y la cultura.

Cuando la familia Al-Saúd llegó al poder, sus miembros se encargaron personalmente de expandir esta ideología y colocarla como base de todo su sistema, llegando hasta la actualidad, cuando los cambios en el país son prácticamente imperceptibles. De hecho, esta ideología es incompatible con el respeto a los derechos humanos, por lo que son muchos los presos de conciencia que cumplen una sentencia injusta en la cárcel, además de diferentes tipos de torturas, como latigazos. No solo atenta contra los derechos de las mujeres (las activistas Loujain al-Hathloul, Samar Badawi y Nassima al-Sada continúan en prisión), sino también contra otros derechos fundamentales, como la libertad de expresión (la situación del activista y bloguero Raif Badawi se ha hecho ya insostenible).

Además, la ideología defendida por Arabia Saudí ha inspirado el surgimiento de grupos terroristas, como el Estado Islámico (Daesh). Por ello, esta corriente es ampliamente rechazada por la mayoría de países musulmanes. No hay que olvidar que las principales víctimas del terrorismo yihadista son personas musulmanas, y por este motivo la gran mayoría rechaza la ideología wahabí y el extremismo religioso.

¿Por qué Arabia Saudí aprueba estas leyes?

En los últimos años han sido muchas las presiones internacionales contra Arabia Saudí y su sistema en todas sus vertientes: ausencia de elecciones libres y de un sistema democrático, los derechos humanos, los de las mujeres en particular, la tortura y muchos otros aspectos. En el caso de los derechos de las mujeres, las corrientes feministas son cada vez más fuertes en todo el mundo y esto permite que sea posible ejercer una mayor presión. Esta ha procedido tanto de organizaciones internacionales como de las poblaciones de muchos países europeos e incluso de Estados Unidos, hartas también del negocio de la compraventa de armamento, que han instado a sus respectivos gobiernos a revisar las relaciones con este Estado.

El régimen saudí ya no es un secreto para nadie y la ciudadanía quiere cambios, también dentro de sus fronteras, donde la oposición, aunque es violentamente reprimida, existe. Por todo ello, la monarquía absoluta de Arabia Saudí ha decidido hacer pequeñas concesiones con el fin de calmar los ánimos. Por lo tanto, es importante celebrar los avances, por pequeños que sean, y especialmente cuando atañen a la mitad de la población, pero no se deben olvidar las raíces del régimen, de dónde viene y adónde se dirige.

Su sistema considera menores de edad a las mujeres y no ha cambiado nada verdaderamente relevante, como la existencia de auténticos partidos políticos o una libertad de expresión asegurada. Por lo tanto, lo que está claro es que la dinastía Al-Saúd hará lo que sea necesario para perpetuarse en el poder, aunque ello implique pequeños gestos que la enfrenten esporádicamente a sus pilares, el wahabismo y el poder religioso. Ahora es responsabilidad de los gobiernos occidentales decidir si continúan legitimando un sistema que se basa en el extremismo y la ausencia de todo tipo de garantías democráticas.

Artículo original en El Salto Diario el 12/08/2019.