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«Es excepcional que Estados Unidos, siendo la principal potencia del mundo, ahora quizá la segunda, detrás de China, pueda mantener unos niveles de desigualdad y de pobreza tan altos entre su sociedad».

Helena Villar es licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona y tiene un máster en Periodismo de Televisión por la Universidad Rey Juan Carlos. Tras haber pasado por Televisión Española, El País y la agencia EFE, actualmente trabaja como corresponsal en Estados Unidos para el canal ruso RT. En 2021 publicó Esclavos Unidos: La otra cara del American Dream (Akal), libro en el que desgrana con estudios y datos la realidad de la sociedad estadounidense, mitificada a través del cine, la televisión y la propaganda. La sanidad, la educación, la vivienda, el trabajo, la inmigración o el sistema carcelario son solo algunos de los temas que se abordan y cuya realidad es indispensable conocer en un momento en que Europa camina cada vez más hacia ese neoliberalismo salvaje.

Buenas tardes, Helena. Empecemos aclarando un concepto que es necesario tener en cuenta. ¿Qué es el excepcionalismo estadounidense?

El excepcionalismo estadounidense es algo por lo que se aboga desde las élites y desde la clase política sobre el que se asegura que Estados Unidos es excepcional por el hecho de que fue fundado sobre ideales republicanos, en lugar de un patrimonio, etnia o élite común. Es una teoría que promueve que Estados Unidos es cualitativamente diferente, en este caso mejor, a otras naciones, o sobresale de las reglas que generalmente se aplican a otras naciones y que no se aplican en el caso de Estados Unidos. Esto es algo que ha servido históricamente para su propaganda, para vender que Estados Unidos es el mejor y es la mejor forma de gobierno y de sociedad que existe.

Pero vemos que todo es fachada. De hecho, lo que el libro viene a exponer es que precisamente Estados Unidos es excepcional por muchas otras cosas: por cómo mantiene a su sociedad, cómo siendo la principal potencia del mundo, ahora quizá la segunda, detrás de China, puede mantener unos niveles de desigualdad y de pobreza tan altos entre su sociedad. Esto no es una cosa que diga yo. En el libro lo pone: el relator de Estados Unidos para la Investigación de la Pobreza lo dijo en su informe de conclusiones sobre Estados Unidos publicado hace unos años. Dijo que el excepcionalismo estadounidense parece en la actualidad más bien todo aquello que muestra las grandes fallas del sistema social y económico estadounidense, que se pueden ver con muchísima claridad actualmente.

Como veremos luego, esto es una trampa, porque hace creer que las reglas que valen en otras partes del mundo no les valen a ellos. Esto les sirve para blindar el sistema.

Claro. Yo lo acabo de enfocar a nivel interno, pero también es uno de los pilares que sostienen el imperialismo exterior.

Recordemos ahora una noticia que nos heló la sangre. El pasado 10 de diciembre, en plena ola de tornados, 6 trabajadores de la planta de Amazon en Illinois murieron y luego supimos que la empresa no les dejaba marcharse. Como en el libro hay un capítulo dedicado en exclusiva a Amazon, me gustaría preguntarte: ¿Crees que el gigante sufrirá alguna consecuencia por estas muertes?

Lo veo difícil. Sí que es cierto que el organismo relativo a este tipo de investigaciones ha abierto una investigación. Pero hay que partir de la base de que en Estados Unidos las leyes laborales son infinitamente inferiores y muchísimo menos protectoras que las que podemos tener en Europa o incluso en otros países en desarrollo. La propia Conferencia Internacional del Trabajo estima que es el peor país desarrollado respecto a derechos de los trabajadores. De entrada, en Estados Unidos no hay ni bajas médicas reconocidas por ley, ni cuidados, ni bajas paternales ni maternales, no hay pluses de riesgo, las vacaciones tampoco están garantizadas por ley. Por lo tanto, cuando existen hechos de este tipo, por mucha investigación que se haga, las leyes están del lado de los patrones, por así decirlo.

Otra de las cosas que hay en este país en el tema laboral es la poca fuerza que tienen los sindicatos. El sindicalismo ha venido cayendo en picado desde hace décadas, aunque las encuestas exponen que la ciudadanía es consciente de que se consiguen mejoras laborales si se está en sindicatos. Pero esto luego no se traslada a la realidad por una cuestión de ataque continuo al sindicalismo y de propaganda masiva. Hablando de Amazon, hemos visto también esos intentos que ha habido todo el tiempo para que no se constituya un sindicato. De hecho, en la primera votación que hubo salió que no, pero posteriormente se expuso que la operación no había sido todo lo libre y segura que debería y ahora se disponen otra vez a intentar sacar ese sindicato adelante. Veremos si después de todo lo que ha sucedido esto ocurre, porque hablabas del tema de los tornados, pero existen otras organizaciones, como un canal informativo alternativo, pero muy potente y relativamente nuevo, More Perfect Union, que está llevando a cabo su propia investigación paralela sobre los trabajadores y está sacando voces disidentes de trabajadores que dicen: «No, no, es que esto es la punta del iceberg. Nosotros hemos visto personas que se han muerto en los almacenes de Amazon y se ha intentado esconder».

Como vemos, estas noticias que parecen algo fuera de lo común, en realidad son la punta del iceberg de algo que es sistémico. Una de las cosas que también intento exponer en el capítulo de Amazon es que Amazon es el ejemplo perfecto de la dicotomía existente en Estados Unidos respecto a la clase trabajadora: los abusos a los que se somete a los de abajo, que en este caso son los almacenes, los transportistas y los contratistas; y, por otro lado, los excesos para los de arriba, grandes beneficios y salarios no solo para aquellos que son jefes, sino para quienes trabajan en las oficinas de California desarrollando productos, etc. La dicotomía es brutal. Los de abajo están prácticamente condenados a una espiral de pobreza… Y eso que hay que decir que Amazon paga más que el salario mínimo federal, que esa es otra. Y que incluso intenta competir para atraer a esa masa de esclavos con cosas que debería brindar un Estado que no hubiese sido desmantelado por las corporaciones, como este. Podemos decir que Estados Unidos es una corporatocracia.

Amazon hace poco ofrecía ayuda para pagar las carreras universitarias en un sistema en el que el Estado no existe y en el que la gente está endeudada hasta las cejas. Incluso hay gente que se jubila y sigue endeudada por los préstamos que obtuvieron para poder ir a la universidad. Llega Amazon, llegan estas corporaciones, y ofrecen lo que el Estado les priva. Es una espiral muy perversa y que alimenta las fallas estructurales de este neoliberalismo salvaje.

Lo que acabas de contar me recuerda a lo que ocurre en las zonas rurales de los países donde el narcotráfico está muy implementado. Las grandes organizaciones de narcotráfico cubren las necesidades básicas que no cubre el Estado y así consiguen que les apoye gente, aunque sea por una cuestión de supervivencia.

Claro. Se necesita un gobierno, un Estado. Y, si el gobierno no está, alguien va a cubrir su puesto. Me hace gracia porque, mientras por un lado el secretario de Estado Antony Blinken sigue abogando por ese excepcionalismo estadounidense diciendo que, si Estados Unidos no lidera el mundo, viene otro y lo lidera o no hay liderazgo y, por lo tanto, hay caos, como diciendo «o somos nosotros o nadie», esa conciencia no la tienen sobre los suyos propios. Porque, a nivel operativo, en realidad es una corporatocracia. Son los lobbies y una élite sobornada por esas corporaciones los que al final gobiernan.

Esto pasa tanto dentro como fuera. Porque fuera, en realidad, también garantizan los intereses de las grandes empresas. El Estado ganará lo que gane, pero en realidad se dedica a perpetuar los intereses de esas corporaciones.

Exactamente.

Helena Villar en Skid Row, un campamento a cuatro millas del centro de Los Ángeles en el que viven más de 4.000 personas sin hogar.

Sobre la ausencia de leyes específicas que garanticen derechos básicos como vacaciones pagadas o bajas remuneradas por maternidad o por enfermedad, excepto esos pequeños repuntes actuales hacia el sindicalismo, la conciencia de clase sigue brillando por su ausencia. ¿Por qué?

Conciencia de clase hay, pero está pervertida. Siempre hay que tener en cuenta que este es un país en el que el anticomunismo se ha implantado en su raíz desde hace décadas. De hecho, una de las cosas que pueden hacer gracia pero a mí me parecen una desgracia es que te pueden tachar de comunista, de izquierdoso, etc., en el momento en que empiezas a abogar y defender un sistema de salud universal. Algo que nos parece básico y que tienen en el país vecino, Canadá, aquí, depende de a quién se lo digas y en qué contexto lo defiendas, les parece algo izquierdista y comunista.

Entonces, partiendo de esa base, el fantasma del comunismo y de la izquierda se agita muy rápidamente, incluso ante elementos que ni siquiera son de izquierdas, sino de sentido común y de progreso.

Derechos humanos, de hecho.

Claro, derechos humanos. En esta situación, ¿cómo vas a generar una conciencia de clase de ese tipo? Como decía, sí que existe, pero para hacernos una idea de esta perversión voy a poner un ejemplo. Yo fui al último rally que dio Trump en Alabama en agosto. Iba buscando seguidores de QAnon para un programa especial y me fue fácil encontrarlos. Pero una de las cosas que me impresionó es que meses después de perder las elecciones, del asalto al Capitolio, de caer un poco en el ostracismo de los medios de comunicación convencionales, las redes sociales, etc., allí había como unas cien mil personas en medio de la nada, en Alabama, que se habían desplazado en sus vehículos y lo esperaban como un mesías. Cayó una tormenta enorme, nosotros nos tuvimos que meter en el coche, y la gente no, la gente seguía haciendo fila para intentar entrar a ese recinto y estar lo más cerca posible del escenario donde iba a estar Trump. Y esto unas cuatro o cinco horas, o incluso más, antes de que se previera que Trump llegase allí.

Cuando hablas con ellos, en este caso, y es algo que a mí me choca muchísimo, la mayoría de gente no era rica. Las élites están encantadas con Trump, pero esta gente decía: «La élite nos lleva explotando durante mucho tiempo, el sistema está en contra de los trabajadores», etc. Es decir, te vendían una especie de discurso muy de clase y de abajo, pero al final decían: «Bueno, y esperamos que Trump nos salve porque al final lo que nos van a implantar es una dictadura comunista». Hasta este punto está pervertido el pensamiento aquí en Estados Unidos.

Es muy difícil generar este tipo de movilizaciones hacia la izquierda, también por cómo está pensado el sistema. Lo explico en el libro. Está muy atado por las élites en muchos sentidos, incluso el sistema político y de votación. Aquí es imposible romper con el bipartidismo y está pensado precisamente para eso, para que no haya salidas populistas a la izquierda o a la derecha. ¿Qué pasa? Que en un momento de decadencia como el actual y de apretar las tuercas hubo una salida populista y el sistema prefirió que fuese hacia Trump. Jamás iba a poder ser Sanders. Al final, las élites siempre van a preferir una salida populista hacia la derecha o incluso hacia la ultraderecha, y así está como está el país, que abrir la puerta hacia un progreso de izquierdas real.

El sistema electoral es muy enrevesado, lo cuentas muy bien en el libro.

Sí, resumirlo es muy difícil. De hecho, está pensado así. Al final, ¿a qué se reducen las elecciones estadounidenses? Al espectáculo. Parece que sabemos muchísimo sobre el sistema electoral estadounidense. Cada vez que llegan las elecciones, no solo aquí, también en España y muchos países, se organizan esos grandes especiales, programas especiales en televisión. Y luego la gente dice: «Pues mira, en Wyoming no sé qué». Hablan como si supieran muchísimo, pero la esencia del sistema electoral se desconoce.

Y, para mí, es un sistema electoral profundamente antidemocrático en muchos sentidos. Desde la representación que se obtiene en el Senado, en el que da igual el número de habitantes que tengan los estados, ya que cada estado tiene dos senadores. Por tanto, la representatividad de los estados rurales, de derechas y muy conservadores es brutalmente grande respecto a las de otros estados más progresistas, como California. Desde eso hasta el hecho de que ni siquiera gana las elecciones y, por lo tanto, es presidente, aquel que obtiene más voto popular. De hecho, desde 1992, los republicanos han llegado a la presidencia del gobierno ganando el voto popular en tan solo una ocasión, con George W. Bush en 2004. ¿Qué tipo de democracia es esta? Esto mientras se nos vende que es el modelo a seguir, la democracia perfecta, el faro de Occidente, etc.

Seguramente el sistema sanitario es uno de los temas que más nos cuesta comprender desde aquí. Resulta impactante que haya muertes por diabetes por no poder pagarse el tratamiento o que la tasa de mortalidad materna en el parto esté por encima de países como Arabia Saudí, Omán, Irán o Kazajistán. ¿Cuál es la percepción que tiene sobre esto la sociedad estadounidense?

Es cierto que hay programas sanitarios públicos, pero son muy concretos, no cubren todo y son muy básicos. Exigen además unos requisitos muy concretos: tienes que estar en la pobreza y, de hecho, si no estás en la pobreza, se penaliza, porque hay cosas que sí tienes que pagar, cosas que no, etc. Al final, es bastante contraproducente, porque a lo mejor te cubre una parte, pero otra no y acabas teniendo que pagar más que si tuvieras un seguro.

El sistema sanitario y los seguros en Estados Unidos son una estafa, por así decirlo. Una estafa gigante. Y puedo decir esto sin temor a ser demandada porque lo son. Cualquier persona con un poco de cabeza con la que hables, incluso gente que es pro sanidad privada te lo dice. No hay más que ver un correo de los que te llegan con lo que te cuesta cada servicio. Te cobran por todo. Incluso si te dan un yogur para que no te desmayes, el yogur se te cobra y a lo mejor son diez dólares. O, por ejemplo, en un parto, el hecho de darte el niño, de ponértelo… el skin to skin, también te lo cobran. No sé si son cuarenta dólares. Para hacernos una idea de hasta dónde llega el robo.

Lo que quería decir con todo esto es que durante la pandemia se han hecho encuestas y el porcentaje de estadounidenses que estaban a favor de ampliar esos sistemas públicos de salud o incluso llegar a un sistema de salud universal básico era bastante alto. Recordemos, básico, no como el que podamos tener en Europa. De hecho, en algunos momentos superaba la mitad, había una mayoría que sí lo quería. Pero eso no se ha trasladado a la realidad y, de hecho, una de las cosas que me sirven como ejemplo para exponer lo que cuesta avanzar y progresar hacia la izquierda en este país es cómo incluso desde el propio sector progresista de los demócratas no se utilizó ese momento para apostar por esto en el Congreso.

También los demócratas tendrán intereses en seguros privados.

Más que los seguros, las empresas farmacéuticas son la mayor puerta giratoria del Congreso en Estados Unidos. Así como podemos decir que en España son las eléctricas, en este país son las farmacéuticas. Al final son ellas las que están gobernando. Otro de los ejemplos que pongo para que se vea realmente claro es que el consejero de salud, el máximo responsable de la salud en la era Trump, era el CEO de una de las mayores farmacéuticas en este país. Una de las farmacéuticas que participó en la multiplicación del precio de la insulina, que supone que en este país haya gente que se está muriendo porque no puede comprar la insulina o porque la raciona. Al final no se ponen la dosis que les toca y se mueren.

Y fíjate si es sangrante, que después de lo que sucedió y un año después de que Biden llegara al poder en buena parte por darse cuenta de que se estaba al límite y de que el estallido social era claro y por prometer cosas como esa, como rebajar el precio de la insulina, de los medicamentos, etc., esto prácticamente no ha cambiado. Siempre dicen que van a hacer y que están implementando políticas, pero luego no se nota. El tema de la insulina sí que va en una de sus leyes, pero no se ha aprobado. Y esto en un contexto en el que tiene mayoría en el brazo legislativo. Este año van a ser las elecciones mid-term y todo indica que van a perder esa mayoría, así que será mucho más difícil empezar a aprobar cosas.

Quiero decir que, si cuando tienes a un presidente demócrata y una mayoría demócrata en las cámaras, tras un estallido social en una pandemia y con unas condiciones horribles, no se consiguen cambios, ya no digo estructurales, pero cambios significativos, esto muestra realmente cómo es este sistema y la dificultad de progreso para la clase trabajadora en este caso. Porque el libro va sobre todo sobre la clase trabajadora, sobre la gran masa de ciudadanos, pero hay que decir que este país es el mejor país del mundo si eres rico.

El tema de la salud da mucho de sí y otro aspecto que aquí tampoco asimilaríamos es el asunto de los antibióticos, que hay gente que llega a usar antibióticos para animales porque los otros son muy caros. O la donación de sangre, que no es donación…

Es venta. Es compraventa. Y también lo pongo ahí: España se beneficia. Los europeos…

Esa doble moral de Europa: aquí no permitimos que se venda sangre, es inmoral, pero compramos la de Estados Unidos.

Así es.

Algo parecido ocurre con la educación. Una importante cantidad de docentes debe tener un segundo trabajo para vivir y las escuelas públicas no funcionan ni de lejos como aquí. Además, se han incrementado las llamadas escuelas chárter, apoyadas por millonarios como Bill y Melinda Gates o Mark Zuckerberg. ¿Por qué suponen una amenaza para este derecho básico? Se venden de una manera, ¿no?

Sí. Se venden un poco como la concertada en España, pero no son como la concertada. Están profundamente desreguladas. Desde las condiciones laborales de los maestros, les pueden pagar lo que quieran, etc. Y funcionan como una empresa privada, con lo cual pueden estar sujetos a condiciones mucho más abusivas. El currículo tampoco está supeditado al control continuo del público. Y tampoco tienen que coger todos los alumnos que les toquen por distrito, pueden escoger ellos cuántos alumnos, etc. Pero reciben fondos públicos. Y, si por lo que sea no funciona, ese dinero lo han recibido y ese dinero se perdió. No hay rendición de cuentas, es muy difícil que la haya. Entonces, ese dinero que debería ir a las públicas al final lo tienen que compartir con las chárter. Esto supone que se recorte todavía mucho más la pública. Una pública que lleva siendo menospreciada y recortada desde hace décadas.

Ser profesor o maestro de la pública en este país es sinónimo de tener un salario miserable. Yo soy hija de maestros y cuando se lo he dicho aquí a algún amigo o colega, incluso a mi marido cuando lo conocí, ellos pensaban que mis padres no tenían… Mis padres son clase obrera normal, pero tienen su apartamento, cobran su jubilación… Ya me gustaría a mí estar como mis padres cuando me jubile. Y era como si fueran pobres. Yo decía: «Mis padres no son ricos, pero viven bien, en buenas condiciones». ¿Por qué esto? Porque aquí están acostumbrados a que los maestros sean pobres, pero pobres. Muchos de ellos, uno de cada seis, y algunas encuestas lo ponen peor, tienen que tener un segundo trabajo para sobrevivir. Ni siquiera para complementar ingresos, sino para sobrevivir directamente. Deben ser conductores de Uber, por ejemplo.

Y muchos tienen que comprar también el propio material escolar.

Eso viene de lo que decía. Las escuelas públicas han sido maltratadas desde hace mucho tiempo y no se invierte lo que se debe invertir. Así que al final la mayoría de la gran masa de maestros que existe con esas malas condiciones son vocacionales y quieren lo mejor para sus alumnos. Incluso en esas malas condiciones económicas acaban invirtiendo su propio salario en el 90 y pico por ciento, en todos los casos, para intentar que su alumnado tenga lo básico.

De hecho, aquí son muy comunes las webs de donaciones. Esto es lo que tiene el capitalismo. Cuando el Estado no provee, al final es la caridad la que acaba… Y la caridad está profundamente asociada a la suerte, no tiene ningún tipo de sentido. Esto tiene como consecuencia que haya muchísimas webs de donaciones y hay una que está especializada en escuelas, DonorsChoose. Tú te das una vuelta por DonorsChoose y ves hasta qué punto la mendicidad de los profesores para sus alumnos es patente. A mí me espanta.

Me viene a la mente la noticia que conocíamos en diciembre de esa situación humillante de esos profesores arrodillados recogiendo dinero en el intermedio de un partido de hockey.

Sí. En realidad, viene a enseñar que lo que cuento en el libro es solamente una parte, un resumen. Es incluso peor. Mucha gente me dice que, tal y como se ve en el libro, parece algo impresionante, como si yo exagerara, cuando el libro está plagado de estudios y de datos. Si hay algo que tiene el libro es que no es nada amarillista. Pero, como digo, la realidad es incluso peor.

Y ahí están esas imágenes de unos profesores en el descanso de un partido de hockey en Dakota del Sur compitiendo arrodillados para recoger los dólares que les habían tirado para material escolar. Pero lo más increíble de todo es que fue idea de una firma hipotecaria, que dio el dinero como promoción, era una especie de publicidad. Y el tipo de relaciones públicas decía que era una idea fantástica, que los profesores lo merecían todo después de haber pasado este año tan malo de pandemia. Para que nos demos cuenta de cómo esta realidad cotidiana de este neoliberalismo salvaje supera cualquier ficción que podamos ver, El juego del calamar, etc.

Sin duda, otro de los puntos sangrantes es el de la deuda, tanto la del propio Estado, que supera su propio PIB, como la de la ciudadanía. Una de las formas de escape ante un bucle que impide a estas personas salir de esa situación son las drogas, especialmente los opioides. Según datos del Centro Nacional de Estadísticas de Salud (NCHS), solo entre abril de 2020 y abril de 2021, más de 100.000 personas murieron por sobredosis, un aumento del 28,5% respecto a los datos anteriores. Un nuevo récord. ¿Qué puedes contarnos sobre esto? Hace poco escuché cómo hablaban de la «epidemia» de San Francisco y culpaban a esa gente de vandalismo, etc.

Sí, claro, eso siempre. Es una de las constantes de este país, el individualismo. Al final, el individuo es el culpable de todo. Si el sistema es el más perfecto que existe y te va mal, es culpa tuya. Esto está estrechamente ligado a ese aumento de las muertes por opiáceos, que a su vez está englobada en un concepto que se llama «muertes por desesperación»: los opiáceos, el alcoholismo y el suicidio. Las tasas en este país son enormes. No hay un país donde estas tasas de muerte por intoxicaciones, por sobredosis, etc., sean tan altas. Y esto va en aumento. Al final, es uno de los síntomas de cómo se canaliza la frustración. La gente no ve salida y la única salida es esa.

A su vez, estas muertes son muy lucrativas para las farmacéuticas, para quienes hacen opiáceos. Además, les cuesta cero. De hecho, hace poco se llevó a cabo el juicio contra una de las compañías más responsables del reparto de este tipo de opiáceos como si fueran caramelos o Doritos, dicho por ellos mismos. Y nadie ha ido a la cárcel. Ahora ha vuelto a abrirse, porque puede haber una vía por lo civil, así que podría volver a dirimirse en los juzgados, pero, sea como sea, el castigo es cero. Como mucho, se llega a acuerdos económicos que tampoco suponen donar todas las ganancias obtenidas con la venta de opiáceos, así que el negocio les sigue saliendo redondo.

En esto hay muchísimos culpables. Están los opiáceos y también una parte de la industria sanitaria, que los han repartido exactamente como si fueran caramelos. De hecho, uno de los ejemplos que pongo en el libro es que hay adolescentes que se enganchan porque se los dan cuando les ponen los brackets. Esto también está relacionado con el tema de las medicinas y de la sanidad. Es mucho más barato coger y darte un opiáceo de alto impacto que seguir tratándote y que sigas teniendo que ir al médico más veces o darte otro tipo de medicamentos.

Pero, más allá de la industria de los opiáceos, lo que esto viene a enseñar es que hay una enorme masa de población que no tiene esperanzas ni nada a lo que agarrarse, y que en un sistema tan individualista en el que te dicen que es tu culpa no haberlo hecho bien, no haber prosperado o tener de repente un traspiés y no poder sobreponerte porque no hay colchón social que te proteja, la solución más rápida es drogarse o incluso el suicidio.

Sin duda, tiene mucho que ver el hecho de no poder acudir a la comunidad o pedir auxilio.

Claro. De hecho, hay algo que recojo mínimamente en el libro, porque tampoco me quería alargar. Una de las perversiones de esto es que, como no existe el sistema, no existe ese colchón social, etc., ¿quién entra en juego? La caridad y la fe. Las iglesias en este país sirven en muchos casos como servicios sociales, auténticos servicios sociales. Pero no deja de ser algo de carácter privado en el que metes la fe y en el que al final todo se reduce a la caridad, que es lo último que queda cuando no hay ayudas sociales por parte del gobierno, cuando no hay Estado.

Esto recuerda a una célebre cita del sacerdote brasileño y defensor de los derechos humanos y la teología de la liberación Hélder Câmara: «Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista».

Exactamente.

En todo esto que hemos visto, la educación, la sanidad, y mucho que nos hemos saltado sobre trabajo o vivienda, ¿qué papel juega el concepto de meritocracia?

La meritocracia es completamente un cuento. De hecho, se suponía que lo de la meritocracia era una ficción, es decir, el origen del término es ficticio, pero lo han convertido en real. No viene más que a intentar reforzar ese concepto del individualismo y de no echarle la culpa al sistema. Al final, la meritocracia es que el que llega es porque lo ha hecho muy bien y el que no llega es porque lo ha hecho muy mal, cuando, como hemos expuesto desde el principio, la desigualdad es patente y, de hecho, se premia ser rico o tener posibilidades y se castiga todo el tiempo al pobre. Ser pobre en este país es muy difícil y muy caro. Y ser rico es muy barato. Es una constante que se puede ver en cada uno de los capítulos, desde el tema de la deuda, de cómo accedes al crédito…

Credit score se llamaba el sistema de puntuación que representa la solvencia de alguien, ¿no?

Así es. De hecho, aparecen cifras en el libro. Y me gustaría tener en la cabeza cuál es la cifra de lo que podías llegar a pagar de más por ser pobre respecto a ser rico. Depende del credit score que tengas, puedes llegar a ahorrar cientos de miles de dólares. Se premia todo el tiempo al que está arriba y al de abajo le cuesta constantemente el triple o mucho más. Incluso se hace de alguna forma que al final es imposible.

Volviendo al tema de la educación, las escuelas públicas se financian en buena parte por impuestos a la propiedad, así que los barrios ricos recaudan más y los pobres, que son los que más recursos necesitan en la escuela pública, obtienen menos. Así, condenan a los niños a una espiral de pobreza todo el tiempo, y los ricos, que, sinceramente, pueden acceder a las privadas, son quienes aun así obtienen muchísimos más recursos para sus propias escuelas públicas. Este es uno de los ejemplos que mejor explican el hecho de que la meritocracia no existe.

Para ir terminando, ¿el hecho de que en Europa no conozcamos muchas de las situaciones y realidades de las que hablas en el libro demuestran que el relato estadounidense ha triunfado? Parece que nuestro continente camina hacia ese sistema, ¿qué podemos hacer?

Uno de los objetivos de este libro es precisamente dar un toque de atención sobre la realidad de este país y qué es lo que se pretende exportar y lo que se está importando en muchos lugares o lo que muchas fuerzas políticas pretenden importar. Al fin y al cabo, esta realidad no es más que la realidad del neoliberalismo. Y el neoliberalismo, como fase capitalista, pretende exportarla y ser imperialista en sí mismo. Entonces, es normal y natural que aquellos Estados que son capitalistas y que entran en la ola neoliberal acaben por importar el modelo estadounidense, porque el origen es este.

¿Qué se puede hacer? La verdad es que todavía se puede hacer mucho, aunque no lo parezca, porque la cultura social y de clase y las leyes que se tienen en países como España, relativas a lo laboral, todavía existen. Lo que hay que hacer, de entrada, es defender lo que se tiene, que ya se tiene. En Estados Unidos no se tiene. Lo que pasa es que la ofensiva que estamos viendo es brutal y alimentada por muchos frentes, como los medios de comunicación. Los medios privados al final responden a un sistema y jamás van a criticar el sistema en sí. Si en los consejos de administración de los medios privados están justamente estas empresas, que lo que quieren es implantar este sistema, sí van a exponer de manera crítica algunos puntos, pero jamás de manera estructural. Por eso creo que recoger esta realidad en el libro era tan importante. Y por eso lo hago yo, que no trabajo para ese tipo de medios de comunicación, trabajo para RT y me permite hacerlo.

Por eso es tan importante tener diferentes voces en el panorama mediático si realmente queremos vender que somos una democracia, porque solamente con medios privados no vas a obtener toda la perspectiva. Y con este ataque cada vez mayor a lo público es necesario tener muchísimas más voces, otras voces públicas, no solo del propio país, sino internacionales. Porque, además, todo el tiempo estamos consumiendo medios de comunicación estadounidenses y nadie se lo cuestiona porque son privados. Pero, al final, ¿quién es el dueño del Washington Post? Su dueño es Jeff Bezos, el creador de Amazon. Amazon tiene un patrimonio que supera el PIB de muchos países y nadie ve al Washington Post como una especie de órgano de propaganda de un Estado, cuando sí podría ser visto como un órgano de propaganda capitalista, por ejemplo.

Esa doble vara de medir. Cuando es un medio público, responde a los intereses de un Estado, que es cierto, pero con los privados parece que no pasa nada. O se critica todo o nada. De hecho, en la Europa, como decíamos, caminamos hacia ese desmantelamiento de lo público, por ejemplo, la sanidad, y lo que se pretende es que la gente lo vea como algo inútil.

Y es un desmantelamiento muy perverso, porque viene por parte de servidores públicos. ¿A qué estamos jugando? Si los servidores públicos no solo pueden, sino que en algunos casos tienen como objetivo desmantelar lo público, ¿a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de democracia? Y este tipo de debates no se quieren tener ni quieren que la ciudadanía los tenga, porque entonces ya te acusan de querer debilitar la democracia. No hay mayor debilitador de la democracia que no servir a la ciudadanía y desmantelar lo público. Eso sí es debilitar la democracia, no poner de manifiesto lo que realmente está sucediendo.

Para terminar, hablabas de la importancia de que existan muchas voces de diferentes medios de comunicación. Precisamente hace poco hemos sabido que el canal alemán de RT ha sido cerrado en Youtube y también eliminado del satélite. Un tipo de censura.

Sí, claro. El tema de Youtube es sangrante, pero al final es una empresa privada. Ese es el peligro, que estamos a merced de empresas privadas para comunicarnos. Estamos a merced de empresas privadas que residen en un país como Estados Unidos, como el que estamos exponiendo, tan desregulado. Entonces, al final pueden hacer eso.

Lo realmente preocupante en el caso de RT en Alemania es la decisión gubernamental de quitarlos del satélite, de no poder emitir. Cuando Rusia hace algo a la contra de esto, ya se dice que «Rusia es una autocracia, no tienen libertad de expresión», etc. Y noticias como esta de RT en alemán no las ves en ningún medio de comunicación o en los telediarios.

Como decíamos, o se critica todo o no se critica nada.

Claro. Todos son malísimos y nosotros no, porque al final jamás se habla de los fallos estructurales del sistema. Pero lo de RT en Alemania solo viene a ser la última de toda una serie de medidas que llevamos sufriendo los periodistas y RT como canal durante mucho tiempo. Aquí, RT América tiene que registrarse como agente extranjero, lo que supone que mis compañeros tengan que elaborar una lista de los contactos que hacen para hacer su trabajo y enviarla al Departamento de Justicia. Y esto no es noticia en el mundo occidental. Esto es un ejemplo de muchas otras cosas, ejemplos que a mí me tocan de cerca.

Además, hacer mi trabajo en este país es muy difícil por ser RT. Me encuentro con muchísimas dificultades. Doy gracias a que soy española y he ejercido mi profesión durante muchos años en mi país para saber que esto no es la normalidad. Si no, me haría perder un poco la perspectiva. Pero sí es cierto que hacer periodismo en este país, cuando te venden que es la meca del periodismo de datos, es muy complicado para muchas personas. Eso no se explica. Siempre es Rusia el malo, o China.

Terminamos con esta reflexión de una prensa con muchas voces y, sobre todo, sin censura. Desgraciadamente, nos hemos dejado muchos temas en el tintero, pero no por ello menos interesantes: la vulnerabilidad de las personas sin techo, las migrantes y las mujeres, el abandono social de los militares o el negocio millonario de las cárceles. Así que terminamos recomendando su lectura para comprender mejor esa otra cara del sueño americano, la realidad del sistema y de la sociedad estadounidense, esa que no aparece en las películas, la que derrumba el mito. Muchas gracias, Helena.

Entrevista original en Nueva Revolución el 12/01/2022.