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Según datos de la ONU, los grupos yihadistas en Nigeria —incluido Boko Haram— han asesinado a más de 35.000 personas y han causado alrededor de 2,7 millones de personas desplazadas, especialmente en este país, pero también en Camerún, Chad y Níger.

El 14 de abril de 2014, más de 270 niñas fueron secuestradas en su escuela en Chibok, en el estado nigeriano de Borno. Sus captores pertenecían al grupo terrorista islámico Boko Haram. A lo largo de los años, algunas de ellas han logrado ser rescatadas. Las últimas, el pasado 27 de julio. Hannatu Musa y Kauna Luka consiguieron escapar del campamento del grupo en Gazuwa, dejando atrás el cautiverio más de ocho años después. La semana anterior, las fuerzas de seguridad lograron rescatar a Ruth Bitrus, y el mes anterior encontraron a Mary Dauda y Hauwa Joseph, quienes también habían conseguido huir. Pero todavía a día de hoy continúan secuestradas unas cien mujeres.

La siniestra sombra de Boko Haram

El caso de Chibok nos resulta familiar porque aquellas 276 niñas dieron la vuelta al mundo a través del hashtag #BringBackOurGirls. Pero solo entre 2014 y 2015, unas 2.000 mujeres y niñas fueron secuestradas por Boko Haram. Su objetivo es impedir su acceso a la educación y, por supuesto, utilizarlas como esclavas sexuales. No en vano, todavía en 2021 el grupo tenía secuestrados a más de 10.000 menores —sobre todo niñas—, privándoles de ir a la escuela, infligiendo para ello cualquier daño.

De hecho, tres semanas después de Chibok, el líder de Boko Haram, Abubakar Shekau, atribuyó al grupo el ataque y secuestro, asegurando que Alá le ordenó vender a las niñas y él solo cumplía sus órdenes. Añadió que «la esclavitud está permitida en el islam» y que «las niñas no deberían ser escolarizadas, sino servir como esposas».

Según datos de la ONU, los grupos yihadistas en Nigeria —incluido Boko Haram— han asesinado a más de 35.000 personas y han causado alrededor de 2,7 millones de personas desplazadas, especialmente en este país, pero también en Camerún, Chad y Níger. Hasta 2015, el objetivo de Boko Haram era la imposición de la sharia en Nigeria. Pero, tras la expansión del Daesh o Estado Islámico, Shekau no dudó en jurar lealtad al líder de este último, Al Baghdadi, e incluyó entre sus objetivos la creación de una provincia del Daesh en África Occidental.

La situación de las niñas bajo su yugo

La utilización, vejación y destrucción de mujeres y niñas como botín de guerra es una constante y es una de las formas de violencia de género más atroces, pero más arraigadas, en todas las partes del mundo. En 2018, la Agencia de la ONU para las personas refugiadas (ACNUR) recogía el testimonio de una menor que con solo 13 años pasó cinco meses cautiva bajo el yugo de Boko Haram. Es una de las supervivientes del horror que, una vez en Níger, lejos de sus captores, tampoco encontró más salida que la prostitución, lo que evidencia el fracaso en la resolución internacional de conflictos y ayuda real a las víctimas.

Sobre su cautiverio, la joven explica cómo separaban a chicos y chicas. Mientras a ellos los entrenaban para combatir, ellas eran obligadas a casarse con militantes o a convertirse en bombas humanas en atentados. Por supuesto, las forzaban a trabajar y las adoctrinaban con lo que llamaban «enseñanzas religiosas». Cuando los militantes fueron a buscarla para casarla, ella se negó. Afortunadamente y a diferencia de otras en su situación, decidieron darle tiempo para pensar. Fue entonces cuando se produjo una batalla cerca y un grupo de chicas y chicos lograron escapar, incluida ella. Tras una semana caminando, consiguió que la llevaran a Níger, donde le decían que estaría a salvo, pero, al igual que el grupo de chicas de su edad que la acogió en su refugio, se vio obligada a prostituirse para sobrevivir junto a su bebé.

La organización Human Rights Watch (HRW) también ha recogido varios testimonios. Además de las prácticas ya mencionadas, las supervivientes hablan de la obligación de colaborar en ataques y emboscadas, de atraer hacia los militantes a las personas a las que quieren asesinar. También hacen hincapié en la cuestión religiosa, algo a lo que el fundamentalismo islámico da siempre mucha importancia. Así, como ocurre en otros conflictos, Boko Haram divide a las personas secuestradas por religión y obliga a las «infieles» a convertirse al islam bajo amenaza de muerte.

Lo más grave de estas situaciones es que son muy frecuentes. En la ciudad nigerina de Diffa, en la frontera con Nigeria, malviven 143.000 personas refugiadas que huyen de Boko Haram. Más de la mitad son mujeres y, de ellas, el 55 % es menor de 18 años. Además, más de 3.500 han sufrido violencia sexual y de género. Un conflicto que no termina y que se ve agravado en ocasiones por la propia actitud del gobierno y las fuerzas armadas, estas últimas protagonistas a su vez de muchos casos de brutalidad policial y violencia sexual.

Artículo original en Nueva Revolución el 03/08/2022, como parte de la sección 30 días, 30 voces.