En medio de la monotonía de la supervivencia en tiempos de guerra, un rayo de esperanza brilla en este día en particular, porque es el cumpleaños de mi hermana Farah, el día en que cumple cinco años.
¿Es posible encontrar un rayo de luz en medio de la oscuridad más absoluta? La historia que hoy protagoniza Voces palestinas demuestra que sí. Wejdan Wajdy Abu Shammala es estudiante de la Universidad de Al-Azhar y está especializada en traducción. Además, es redactora de contenidos y locutora. En su perfil en We Are Not Numbers (WANN) explica: «Estoy aquí […] porque la escritura es mi refugio especial, un refugio para organizar pensamientos, documentar momentos e inmortalizar recuerdos». Recupera una cita de la escritora Anaïs Nin: «Escribimos para saborear la vida dos veces, en el momento y en retrospectiva».
En su artículo, publicado en We Are Not Numbers el pasado 19 de marzo, Wejdan relata cómo un acontecimiento rompió con la desesperante rutina de su familia como refugiada e iluminó durante un día su vida bajo el genocidio: el cumpleaños de su hermana Farah, de cinco años.
Dos regalos, un sustituto de tarta, nieve artificial y familia
El 31 de diciembre de 2023 es un día como cualquier otro en medio de la agonía de la agresión, que ha ido descendiendo en una espiral de pesadilla. Nuestra rutina matutina comienza asegurando las necesidades básicas. La primera tarea del día es hacer pan, un esfuerzo colectivo. Luego procedemos a encender un fuego en el jardín para hornear el pan, pues ya no hay gas disponible. Una vez cumplida esta tarea, comenzamos a preparar nuestra escasa comida, que ahora carece de los componentes esenciales de una dieta saludable debido a la escasez de verduras y carne en el mercado. Los productos enlatados constituyen la base de nuestro sustento, complementados con cualquier verdura fresca que podamos encontrar, tal vez un pepino, un tomate o una patata. Estos valiosos bocados, aunque tienen un precio exorbitante, son una adición bienvenida a nuestra dieta, que de otro modo sería monótona.
Una vez apaciguada nuestra hambre, centramos nuestra atención en la tarea de cargar nuestros teléfonos móviles y baterías. Estos dispositivos proporcionan nuestra única fuente de luz por la noche, un valioso salvavidas en la oscuridad. Algunos miembros de nuestra familia se aventuran hasta un lugar con paneles solares, donde esperan pacientemente a que se carguen todos nuestros dispositivos. Cumplida esta tarea, comienza otra, una de las más desafiantes. Los miembros de mi familia emprenden un viaje para conseguir agua. Cargan con enormes cubos de un vendedor de agua y caminan de un lado a otro para llenar el suministro diario de agua de nuestra casa. La tarea es ardua y requiere un trabajo manual extenuante para transportar grandes cargas de agua.
Un cumpleaños rompe la monotonía
En medio de la monotonía de la supervivencia en tiempos de guerra, un rayo de esperanza brilla en este día en particular, porque es el cumpleaños de mi hermana Farah, el día en que cumple cinco años. Normalmente celebramos su cumpleaños preparando una tarta y algunos aperitivos, comprándole regalos y reuniéndonos para celebrar la ocasión. Pero esta vez las cosas son diferentes. No hay panaderías, ni pastelerías, ni supermercados que vendan snacks, chocolate o bebidas. No hay jugueterías donde comprarle juguetes u otros regalos.
A Farah le encanta su cumpleaños y siempre lo espera con impaciencia. Incluso cuando se despertó esta mañana le dijo a nuestra madre: «Hoy es mi cumpleaños, pero la agresión no ha terminado. ¿Qué haremos?». Mi madre le respondió: «No te preocupes, cariño. Todo irá bien, ya verás». «No hay problema, mamá» contestó Farah, «lo que importa es que estemos juntos y no haya bombardeos». Las palabras tranquilizadoras de mi madre calmaron las preocupaciones de Farah.
Mi padre y mi hermano intentan encontrar huevos para que mi madre pueda hacerle una tarta en casa, pero es en vano: ni rastro de huevos en el mercado. Salgo con mi madre y, recorriendo el vecindario, vamos en busca de una sola galleta y un regalo para ella. Después de una búsqueda exhaustiva, nos topamos con un vendedor ambulante solitario al que le quedan dos juguetes. Los compramos en el acto: un cofre del tesoro lleno de instrumentos médicos de juguete y una muñeca nueva con la que jugar.
Cuando regresamos a casa, nos devanamos los sesos en busca de ideas sobre cómo compensar la tarta de cumpleaños que ella ha estado esperando con impaciencia. Después de deliberar un poco, decidimos hacer un postre sencillo llamado muhallabia, un pudin de leche que es un postre tradicional en Palestina. Es el único dulce que podemos hacer con los ingredientes disponibles. Mi madre prepara el plato con mucho cariño. Esperamos a que todos se reúnan para almorzar. Luego saca el postre y lo saboreamos juntos, compartiendo la dulzura del momento. Farah y el resto de la familia intercambian los tradicionales saludos de cumpleaños y luego ella descubre sus regalos, una muestra de nuestro amor.
Farah quiere que le hagamos algunas fotos con el postre en el jardín. Dice que el color de su blusa combina perfectamente con el postre y nos pide que la rociemos un poco de nieve artificial porque le encanta y le hace feliz. Cuando le preguntamos cuál es su deseo de cumpleaños, su respuesta simple pero profunda captura los corazones de quienes la escuchan: «Deseo que termine la agresión y que todos los niños de Gaza sean felices». Pienso en cómo la inocente súplica de Farah resuena profundamente en todos los niños y niñas de Gaza y representa un sueño compartido por un futuro mejor.
Un santuario de amor
Cuando nos reunimos para conmemorar su día especial, el aire se llenó de una mezcla única de felicidad y solidaridad. Rodeados de seres queridos, creamos un santuario de amor y risas, escapando momentáneamente de la dura realidad del exterior. Ese día sentí que mi rostro se iluminaba con optimismo y una silenciosa rebelión contra los desafíos que amenazan con eclipsar nuestras vidas. Pude sentir fuertemente el destello de esperanza que se niega a extinguirse.
El cumpleaños de Farah fue una celebración no solo de la vida de mi hermana, sino también un acto de desafío contra las dificultades que buscan apagar la luz de la alegría. Sentí una mezcla de felicidad, gratitud y una firme determinación de encontrar luz en los momentos más oscuros. Esta celebración no fue solo un cumpleaños; fue un testimonio de la capacidad de encontrar alegría en medio del caos y del poder duradero de los lazos familiares frente a la adversidad.
El deseo de cumpleaños de Farah, formulado a la sombra de una agresión, hizo eco de un anhelo de paz y de un regreso a los días despreocupados de la infancia. La pregunta en boca de todos fue: «¿Cuándo terminará la agresión?».
El hecho de que Farah, quien, como todos los niños de Gaza, ha soportado tanto dolor y pérdida, pudiera formular ese deseo me demostró cuán resiliente puede ser el espíritu humano. Me di cuenta de que no se trata solo del deseo de cumpleaños de mi hermana pequeña. Se trata de la fuerza del espíritu humano y el poder de la esperanza para superar incluso las circunstancias más difíciles. Nos recuerda a todos que, incluso en los tiempos más oscuros, la luz de la esperanza puede brillar.
El mundo debe unirse para responder al deseo de Farah y crear un futuro donde todas las niñas y niños puedan vivir en paz y felicidad.
Artículo original en Nueva Revolución el 27/03/2024.